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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Canapés de no preguntar

PEPA Juste ha dejado ya de sacar en La Galería a señores en mangas de camisas de seda carísimas y a señoras con mechas, pasadas de sol, más arrugadas que la Carapasa del Gobierno, del coro de Sotogrande al caño de Vistahermosa y al caño de Sancti Petri. Y empieza a retratar señores copa en mano, en el cóctel nuestro de cada día tras la presentación de un libro, una conferencia, una exposición o la inauguración de algo. En La Galería de Pepa Juste dejamos de ver niños de esmoquin en las puestas de largo. Que algunas de las que «lucen sus primeras galas de mujer» (como decía mi querida Conchichi Ribelles cuando bordaba sus Ecos de Sociedad), están tan gordas que más que la puesta de largo deberían celebrar la puesta de ancho, y que los amiguetes del esmoquin, en vez de tantos centros de Marta Pastega, hicieran una vaquita y les regalaran un abono para Naturjaus o una estancia en la Búchinguer.
Con la Feria de San Miguel, en la que volvemos a poner todas nuestras complacencias en el hijo de Maleni Loreto, en ese Julito que aunque casi cuarentón sigue siendo El Niño de Aparicio, llega la temporada alta de los cócteles. Dice la frase de la Corte: «En Madrid, cuando las 8 dan, o das una conferencia o te la dan». Aquí hay que cambiarla. Allí los actos suelen ser de secano; aquí, de regadío, de bebercio y comercio. Aquí la frase es: «En Sevilla, cuando las 8 dan, o canapé de Alfonso o canapé de Juliá». ¡Señores, ha llegado la temporada alta del canapé! Con un buen manejo de la agenda de actos del ABC, todas las noches, hacia las 9, puede usted cenar gratis en nombre de la Cultura, la Economía o la Sociedad. A esa hora tiene usted en varios sitios de Sevilla a la vez brigadas y rangos de camareros de cáterin (Jébur) dando con las bandejas de los canapés más vueltas que los camiones de los moros de Queipo.
Bandejas del canapé gratis total del «se servirá una copa de vino español» de los siete mil actos de las 8 de la tarde que se han adrianizado, abullizado y azarkizado. Ha hecho irrupción en ellas, ay, arrasadora, la cursilería y el engaño de la nueva cocina. Cada vez pasan cosas más extrañas en las bandejas, aparte de las espantosas cucharas de porcelana con misteriosos mejunjes, a saber quién las ha rechupetado antes, qué asco. Cada vez pasan canapés más raros, que no conocemos de nada. Llegan las muchachitas vestidas de criadas antiguas, con su delantal almidonado, su cofia y su uniforme negro, y te ofrecen la bandeja de unas cosas fofotas, blancuzcas, extrañas. A cada bandeja, una pregunta:
-¿Qué es esto, señorita?
-Mús de espárragos trigueros en emulsión de fresas de Lepe.
¡Toma ya! Te pegas un sorbito de tinto o de cerveza, y te llega otra camarera, o un estudiante de empresa de trabajo temporal, todo vestido de negro, como si se le hubiera muerto alguien, y te ofrece la bandeja de otras extrañezas:
-¿Qué es esto?
-Langostino de Sanlúcar caramelizado al moscatel de Chipiona.
Hasta que al final, ¡tachín tararí!, suenan los claros clarines de vamos a quedar como unos señores, los que pagan tiran la casa por la ventana y se dejan de tonterías. Y esos camareros que han sido hasta entonces más rechazados que un trasplante de sabañones con las bandejas de los canapés raritos, presentan a los invitados las de toda la vida, que da gloria verlas: el jamón, la caña de lomo, la carne mechada. Ole. O el queso cortado a taquitos dentro de un propio queso rebañado y vaciado, como muñecas rusas de la Mancha o Idiazábal, que me parece que fue invento sevillano de Rafael Juliá.
Y a partir de ese momento, con el jamón, el queso y la caña de lomo, se acabó la falsedad y la hipocresía. Observen que ya nadie pregunta nada a los camareros cuando acercan la bandeja. Bandejas Cumbres de Jabugo, que se quedan más limpias que una patena de la cultísima misa en latín de los domingos a las 10 de la mañana en la parroquia de San Bernardo. Sugiero, pues, a los organizadores de actos que si quieren asegurarse llenos hasta la bandera, se dejen de filfas de la nueva cocina y pongan en las invitaciones: «Al final se servirá un cóctel con bandejas de las de no tener que preguntar «¿qué es esto, señorita?» ».

 

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