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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Romance novelero del tranvía

En esta ciudad tan vieja, en la ciudad tan antigua, de la fundación de Hércules y la cristiana conquista, que como fue el Santo Rey suelen llamar fernandina, muchas cosas han cambiado desde entonces a este día. Desde que fue palafito puesto del río a la orilla. Desde que aquellos tartesos que tanta plata tenían pusieron al Argantonio lleno de oro hasta arriba, a la manera que ahora llevar los canis estilan, tesoro del Caramboleo era la quincallería de los pírcins que gastaba la tartésica pandilla... Desde cuando los romanos llegaron e hicieron villas que eran chalés adosados mas con columnas corintias y en lo más alto de una, en toa la parte de arriba, se quedara en la Alameda Julio César de vigía. Desde que fue por los moros bautizada como Ixbiliah y levantaron la torre prima de la Kutubiya y fagamos obra tal que la llamemos mezquita, con su patio de abluciones y también con Romaiquiya, la novia de Al Motamid, que mal gusto no tenía, pues la muchacha era guapa y leía poesías, por eso le plantó el novio de almendros la Montería, como si fuera la nieve, ya que aquí nieve no había, que en cuestión de Kelvinator la cosa estaba cortita y no había más nevera que el hielo de Constantina.

Desde tiempos de Colón y sus naves colombinas, cuando Sevilla fue puerto y la puerta de las Indias, y hasta la Torre del Oro llegaba la plata fina, la patata, el chocolate y un tesoro cada día, con virreyes peruleros y con tangos de Argentina, con la flor de la canela y el ron de la Dominica. Desde tiempos de Olavide, aquel enciclopedista que lo hicieron asistente y fundó La Carolina, La Luisiana y La Carlota y rotuló las esquinas, con su cuartel, barrio y calle, y encargó planimetría y aprobó el primer Pegou que se conoció en la vida. Desde el siglo Diecinueve, Dos de Mayo y Septembrina, y rimas del señor Bécquer cantando a las golondrinas, y Montpensier en San Telmo montando su Corte Chica...

Desde siempre, desde entonces, por abajo y por arriba, los señores, los obreros, los pepes y las marías, los niños chicos de pecho, las abuelas, las mocitas, los que viven en los barrios y los que en el centro habitan, los rubios y los morenos, béticos y sevillistas, de Curro o de Pepe Luis, gallistas o belmontistas, partidarios de la Feria o forofos capillitas, si algo unió a los sevillanos fue su gran novelería.

Qué novelera es la gente, qué novelera es Sevilla, que lo mismo se acolapsa con tanta criaturita (como dice don Manuel) toa La Palmera enterita, que con cosa de la Uefa por dos veces conseguida el Pizjuán es que se pone de bote en bote, hasta arriba. Nos gusta una novedad más que a un tonto un par de tizas, más que una foto a Conejo, más que al Lolo un brigadista, que a Zoido un Cerro del Aguila o que a Arenas, Almería. Nos gusta una novedad más que al Tío la Cachimba cerrar el centro a los coches por la cosa ecologista, y disfrazarnos de Cuba, de la Cuba comunista, en donde como no hay un duro, con bicicletas se avían.

Nos gusta a los sevillanos lo de las novelerías más que a Juande un Tottenham, más que a Alves una estampìa. Por eso, señores míos, ¿qué quieren que yo les diga? No me ha sorprendido nada el éxito del tranvía. Encantada iba la gente, sin pagar un euro iba, mirando de Don Alfredo tanta nueva maravilla: las catenarias, de cine; y de ensueño la Avenida: la Puerta Jerez, de dulce; San Fernando, una delicia; La Pasarela, de lujo; y la Plaza es que ya...¡Mira! ¿No ves mis vellos de punta, lágrimas en mis mejillas, repelucos por mi espalda? Es poco cuanto te diga. ¡Que viva el alcalde bueno! ¡Viva Don Alfredo, viva! Nos sube en los cacharritos y encima va y nos convida, y que se mueran los fachas, y arriba los progresistas. Sevilla, lloro por ti, tierra de novelerías, pero tú dile a la gente que yo lloro de alegría. Ante estos sevillanos en novelera estampa, anda que prontito el menuda va a atreverse a hacer la crítica... ¿Qué critique al Metro centro y que critique al tranvía? ¿Ante estos sevillanos de tanta novelería? Que los critique tu abuela, que los critique tu tía. Que no me parten la cara. ¿Que critique yo? ¡Enseguía!

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