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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Llegar a fin de mes

HACE muchos años, cuando empezaba la dictadura de lo políticamente correcto, le comenté una vez a Rajoy una frase que vi que le impresionó: «Algo grave ocurre en España cuando la proclamación de lo obvio se ha convertido en una heroicidad». Tanto le gustó la frase, que sin más registro de la propiedad que mi palabra, se la doné para sí y sus herederos, tanto su uso y disfrute como su cita y su glosa, sin que por ello tuviera que pagarme un solo duro en regalías y derechos de autor, que aunque soy socio de la SGAE, todo no va a ser como el canon digital.
Ayer a mediodía, en el Foro de ABC, en Sevilla, sin tener que meterme en carretera, comprobé que Rajoy no solamente ha hecho suya la frase, sino que, lo que es más raro en los tiempos que corren, ha pasado de las palabras a los hechos. Pues aquí, de boquilla, todos somos gloria bendita, pero otra cuestión es igualar con la vida el pensamiento. Ayer, en el citado Foro, Rajoy hizo una heroicidad mayor aún que la proclamación de lo obvio: usar el sentido común. Yo nunca había ido a un recital de sentido común. Había asistido a recitales de cantautores con su guitarrita, de pianistas de fama o principiantes, a recitales de violín. Incluso muchas veces, en encerronas en forma de cenita simpática, a recitales de ego a cargo de alguna señora muy pagada de sí misma, de las que son capaces de llevarse toda la noche hablando de ellas, de lo guapas que son, del casoplón que se han hecho, del marido tan inteligente que cazaron o de los niños tan listos que le han salido, y de los braguetazos que cada uno de ellos ha dado en sus respectivas bodas, coleccionando ora coronas condales, ora latifundios que ni te cuento, según los casos y necesidades. Pero hasta ayer, la verdad, en forma de una cosa muy rara que le dicen «conferencia-almuerzo» (que es la mejor forma de que no se almuerce a modo ni que el señor que habla dé a gusto su conferencia), no había asistido en mi vida a un recital de sentido común. Eso es ya aquí más raro que escuchar un recital de guitarra flamenca en Laponia o un recital de gregoriano en la mezquita de Larache.
Y ese recital de sentido común lo dio Rajoy. Que dijo una heroica proclamación de la obviedad que todo el mundo silencia: que aquí mucho proyecto de toquetear el Estado y la Constitución si hace falta, que no hace. Que aquí mucho reformar los Estatutos que nadie pedía que se cambiasen, y que a nadie quitaban el sueño. Que aquí, mucho negociar con la ETA y dejar que sus cómplices, encubridores y mantenedores se sienten en las instituciones democráticas y cobren la tela marinera del dinero público para seguir asesinando. Que aquí mucha política exterior basada en la Alianza de Civilizaciones, y mucho estar en manos de las minorías nacionalistas cada vez más radicalizadas y cada vez pidiendo más el manso, pero que nadie se ha ocupado hasta ahora de que a la gente le llegue el sueldo a fin de mes. Y que aquí, entre la subida de las hipotecas y el aumento bestial de los precios de todo, desde la gasolina al pan, desde la luz a la leche, que es ya la leche, cada vez es más difícil llegar con el sueldo a fin de mes. Y que cuando él llegue al Gobierno, lo primero que piensa hacer es dejarse de fantasías moriscas de alianza de civilizaciones y de tonterías y armas al hombro de modificar el modelo de Estado, para ocuparse de lo que de verdad le quita el sueño al personal: que el cirio cada vez es más corto y la procesión, más larga; que cada vez se acaba antes el sueldo del mes; que si antes se llegaba con fatiguitas al día 22, es que ya no le da a la mayoría de los españoles para más allá del día 20.
Creo, no obstante, que Rajoy cometió una temeridad adelantando este firme propósito. No sabe a quiénes tiene delante. El problema del PP es que se esfuerza en dirimir los combates políticos con un florete de esgrima y conforme al código caballeresco del honor, cuando sus adversarios tienen en la mano la navaja cachicuerna para rajar a quien les contradiga. Yo que Rajoy no hubiera anunciado ayer su objetivo de que los españoles lleguemos a fin de mes. Porque igual que Chávez ha retrasado el reloj media hora para que los venezolanos duerman más, sus amiguetes españoles, estos insensatos que nos gobiernan, son capaces de poner meses de 15 días, para que a todos nos llegue el sueldo a fin de mes.
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