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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


De Feria, Pelli y carritos

COMO San Pablo se cayó del caballo camino de Damasco, me he pegado yo el jardazo desde el caballo de San Fernando, Patrón de la Peatonalización: un ratito a pie y otro andando. Santo Rey que en su estatua de la Plaza Nueva aseguran ingenios de esta Corte que no tiene agujas de acupuntura, sino que al ver desde allí lo que están haciendo con su Sevilla se le han puesto los vellos como escarpias de la ferretería de la Puerta Carmona. Me he caído del caballo al leer las esclarecedoras palabras que sobre la Feria ha pronunciado doña Rosamar Prieto-Castro. Ha dicho: «La Feria, en su concepción actual, tiene que tocarse lo menos posible».
Óle. Pero eso tiene tela. No tela de lona de casetas, a listas verdes y colorás. Tiene tela porque demuestra que aquí, ya perdidos los papeles, estamos confundiendo las cosas. Si la frase de doña Rosamar significa la política del Ayuntamiento para la ciudad, nos podríamos evitar los sofocones en curso si pusiéramos a Sevilla entera como la copla de Gracia Montes: «Soy una Feria, soy una Feria». Ojalá no hubiera sido doña Rosamar sobre la Feria, sino el alcalde sobre la ciudad toda quien hubiera dicho: «Sevilla, en su concepción actual, tiene que tocarse lo menos posible». ¿Se imaginan la maravilla? ¿Se imaginan que hubieran seguido esa política de toquetear Sevilla lo menos posible? Aparte de no convertir a la Alfalfa en Puerto Perico ni a la Alameda en Marina Dor, nos hubiéramos ahorrado los sofocones que nos esperan. Como ese Rascasielos Cajasol del argentino señor Pelli, 90 metros más alto que la Giralda, de la que ha tenido su autor la osadía de decir, encima, que es «una torre muy sevillana». No, mire usted, don argentino: una torre muy sevillana es la de San Pedro, la de Omnium Sanctorum, la de Santa Ana, la de la capillita del Carmen en el Puente, pero su torre de usted, de terracota y cristal, es «una torre muy sevillana»... por los cojones.
Hasta ahora teníamos a la Feria como la Ciudad Efímera. Y Sevilla era la Ciudad Intocable, la Eterna. Ya es justo al revés. Han cambiado las tornas. La Ciudad Intocable ahora es la Feria, a la que Rosamar, como su mismo nombre indica, ha aplicado el poema juanramoniano que deberíamos utilizar para Sevilla entera: «No la toques ya más, que así es la rosa, Rosamar». Si la Feria es la intocable rosa de Rosamar, Sevilla, por el contrario, es un clavel chuchurrío que, harto de toquetearlo, lo tiré al pozo, y que miren ustedes cómo nos lo han puesto. Son más estrictas las Ordenanzas de la Feria que los criterios del Ayuntamiento para el mantenimiento de las propias esencias de la ciudad. Si Sevilla antes era el sueño que unos cuantos sevillanos llevamos dentro, ahora es el sofocón que todas las mañanas nos llevamos unos cuantos imbéciles que aún seguimos defendiendo a la ciudad monumental e histórica, cuando el cateterío de la vigente catetocracia está encantado con que se la estén cargando de esta manera, con todos los pronunciamientos favorables de los paniaguados de Bellas Artes, y que se lo pregunten a Adepa.
¡Si por acabar con Sevilla hasta la toman ahora con los carritos de niños chicos en Semana Santa! ¿Por qué no los prohíben en la Feria? No, en la Semana Santa, y en la carrera oficial además, para dar más por saco a los votantes del PP. Mira tú cómo no tienen cojones de prohibir los carritos de niños chicos cuando sale la del Cerro, o la del Tiro Línea. ¡Claro, como allí están sus votantes! Pero a los padres pijos de la gomina y a los abuelos carcas de la carrera oficial, ¡que les den por saco con el carrito de sus puñeteros niños chicos! Cuando el carrito de niño chico es tan clásico de la Semana Santa como la marcha «Amargura». Yendo a ver La Estrella, en la bulla de la Magdalena, oí un Domingo de Ramos a un chaval que decía:
-Así me gustan a mí las bullas buenas, ¡con carritos de niño chico y tó!
En Madrid, Zapatero da no sé cuántos mil euros a los padres de cada niño que nazca. En Sevilla, Rosamar le quita el carrito a los padres de cada niño que lleven a aprender a amar a la ciudad desde chiquetitos, pidiendo cera en la calle Sierpes. Claro, como lo intocable ahora es la Feria y los barrios, y a la Sevilla carca del centro que le vayan dando por debajo del babi...
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