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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Peroche, Solbes y la propina

Solbes tiene mucho mérito. Muchísimo. ¿Le parece a usted poco comportarse como un catalán tópico, a efectos de la pela, siendo alicantino? Una vez salido el conejo de la chistera, querer enderezar la economía patria a fuerza de no gastarse un euro en propinas se le podía haber ocurrido, ¿qué digo yo?, a Pujol. O a Carod Rovira mismo. Se ha comentado mucho que Carod se fue a Perpiñán a tomar cafelitos, en plan Mienmano, con los asesinos de la ETA. Se ha especulado mucho sobre esa reunión. Mas nadie ha planteado un asunto fundamental: quién pagó los cafés. Yo lo tengo clarísimo. Los cafés los pagaría quien fuese, pero de una cosa estoy más que seguro: el catalán Carod Rovira, no. En el mejor de los casos, propondría a sus amiguitos etarras pagar a escote. Y de dejar propina, ni muertos, y nunca mejor dicho hablando de los asesinos de la ETA.
Intuía que la propina era un gran motor de la economía nacional, pero desconocía, hasta que Solbes lo ha revelado, que fuera culpable de la inflación. La propina le ha quitado el sitio al pobre pollo. Hasta ahora, de la subida del IPC tenía siempre la culpa algo tan clásico como el comportamiento del pollo. El pollo se comportaba muy insolidariamente. Tenía un cero en conducta económica con los precios, y acababa fastidiando la triunfal marcha de la economía. Ahora es la propina. Guerra a la propina, al grito de: «¡Rácanos del mundo, uníos, que aquí no se deja ni un duro de propina!» No me pega nada, pero Solbes debe de ser gran lector de ese libro que, al modo de la Constitución del Reino Unido de la Gran Bretaña, no está escrito, pero todo el mundo flamenco cita y aplica: el Anecdotario Completo del Cojo Peroche, Antonio Vargas Gómez. Cuentan que iba el Cojito Peroche una noche de juerga con unos señoritos, que lo convidaron a cenar por todo lo alto en un restaurante de moda y al salir, mientras esperaban el coche que había de llevarlos a una fiesta flamenca, el que pagaba, echándose mano al bolsillo y viendo que no llevaba suelto, le dijo a nuestro personaje, señalando al portero que acababa de abrirles la puerta:
—Antonio, dale veinte duros de propina al portero.
Y replicó Peroche:
—Veinte duros no se los doy yo de propina a un portero ni aunque sea Iker Casillas.
Peroche dijo en realidad Ricardo Zamora, pero lo actualizo con Casillas para que se comprenda y aplique a las fatiguitas negras de la economía española, tal como ha hecho Solbes. Su doctrina y la de Peroche contradicen completamente la de aquel otro dignísimo y elegantísimo recepcionista del Hotel Alfonso XIII de Sevilla, de los buenos tiempos del establecimiento, cuando lo dirigía don Antonio Lopera y López de Priego. Un cliente ocasional de no muy buen tono y menor categoría que los habituales, que acababa de llegar y de inscribirse, viendo cómo llegaba otro empleado para acompañarle hasta el cuarto, le dio al jefe de recepción un billete de 100 pesetas y le dijo:
—¿Me lo puede cambiar para dar la propina al botones que suba las maletas, que no tengo suelto?
Y el recepcionista, muy digno, le contestó, usando respetuosamente la tercera persona en el tratamiento:
—El señor debe tener en cuenta que en esta casa 100 pesetas es suelto...
Por muy achuchada que esté la cosa, hay que crear urgentemente el Club de Amigos de la Propina, para los que defendemos esta institución nacional y mundial. Demasiado tenemos que tragar ya con el Estatuto que nos impusieron los catalanes, como para que ahora debamos apechugar con la racanería de no dar propina. Yo que Chaves, hubiera metido la propina en la reforma del Estatuto Andaluz, como seña de identidad del rumbo y elegancia de una raza vieja que gasta diez duros en vino y almejas vendiendo una cosa que no vale tres. Todo menos esas tarjetitas que empiezan ya a verse más de la cuenta, y que para mí que las ha redactado el rácano de Solbes. Esas cartulinas impresas para ponerlas cuando te traen de vuelta en la bandeja la tarjeta de crédito con la que has pagado la dolorosa en el restaurante y que dicen: «Entendiendo que los empleados de esta empresa están suficientemente remunerados, me abstengo de dar propinas o gratificación por creerla limosnera». Sólo le falta la firma: «Pedro Solbes Mira». ¡Mira lo catalán que nos ha salido el alicantino!
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