ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un petardo con calcetines

Con el corazón y con el sombrero en la mano, como persona de diplomacia, me he preguntado, haciendo examen de conciencia en este tiempo de Adviento: ¿qué hubiéramos dicho si hubiese sido Maleni la que hubiera sido sorprendida por ese 11-S al curry que han sido los atentados de Bombay, que hubiera estado allí encabezando una delegación de las de tirar el dinero en viajes inútiles, y que, una vez que empezara el alboroto y el tiroteo, se quitase de enmedio, y se fuera de Juannaja de Levante, a la voz de «¡Taxiiiiii!»?

Si en Bombay hubiesen estado Maleni o Bibiana Aido, o Teresa Fernández de la Vega, y una vez que ocurrieron los terribles hechos nos hubiéramos enterado de que para salir de Juannajela de Levante dejó tirados a todos sus acompañantes, a la voz de «las señoras primero», y que cuando aquí se preguntaban qué era de los empresarios, y de los europarlamentarios, y de los turistas españoles, ella ya estaba tan ricamente montada en un avión caminito de Zurich?

¿Se imaginan la guasa con tomate que habríamos administrado a babor y a estribor si, una vez en Madrid tras la huida, tras el «repliegue estratégico», como llamaba el general Rojo a las retiradas republicanas en la guerra, para dar una rueda de prensa sobre su mal trago, la tal Maleni, o la tal Bibiana, o la tal Teresa, se hubieran presentado vestidas de mamarracho y oro en la Pasarela Cibeles de la Demagogia, con un modelito con cada pieza de su padre y de su madre, todo estudiadamente improvisado, estilo «Balsa de la Medusa», rematado todo ello por el golpe de efecto de unos zapatos blancos de tacón como de la tienda de los veinte duros y unos calcetines tobilleros como de fan histérica del Dúo Dinámico en los años 60?

Pues yo no sé otros, pero en esa hipótesis que les he planteado, servidor hubiera dicho lo mismo que voy a decir sobre doña Esperanza Aguirre:

Esta señora ha pegado el petardo. Petardo con calcetines, pero petardo.

Por la demagogia barata. Por la estudiadísima improvisación para dar lástima. Por el exhibicionismo de una relativa desgracia personal, cuando pisando charcos de sangre se han dejado atrás 130 muertos y 300 heridos por lo menos, y a un chaparrón de compatriotas españoles abandonados a su suerte.

¿Que hizo bien? ¿Que a Maleni, digo, a Esperanza, le pidieron quitarse de enmedio, porque es un bien de Estado, y Madrid, Madrid, Madrid, en Bombay se piensa mucho en ti? Bueno, vale. Pero, ¿dónde me dejan el petardazo del estudiadísimo numerito de los calcetines, Dios mío de mi alma? ¿Es que esta señora no tuvo tiempo de ir a su casa, ducharse, ponerse un vestido normal, unas medias y unos zapatos, y acudir luego a dar la rueda de prensa? ¿Es que dependía la vida de los españoles abandonados a su suerte en Bombay de la inmediatez de esta rueda de prensa? ¿Es que se iba a hundir el mundo si la retrasaba una horita de nada para pegarse un arreglito? ¿Es que iba a explicarnos qué leches pintaba esta señora en Bombay y cuántos nos ha costado su viaje en plan Manuel Chaves o en plan Carod Rovira?

Por una vez estoy de acuerdo con un señor de Convergencia y Unión, con don Ignacio Guardans, que ha dicho parte de esto, menos lo fundamental: el petardo de los calcetines tobilleros. ¡Y encima, blancos! Por lo visto, a la entrada de la sede de la Comunidad de Madrid hay servicios de seguridad, pero no porteros de discoteca. De otra forma no hubieran dejado entrar a Esperanza Aguirre, ¡con calcetines blancos, qué horterada!

¿Parte positiva de todo esto? Pues que no por este petardo tengo puestas menos esperanzas políticas en Esperanza Aguirre, eso sí. Y que entre sus muchas prendas de buena gestión, me ha descubierto su capacidad de improvisar viajes. La próxima vez que tenga que hacer un viaje al extranjero, no lo encargaré a una agencia, sino a Esperanza Aguirre. Ella me dirá cómo se obtiene un billete de avión para Zurich sobre la marcha, Juannajela de Helvetia, cuando para traer al resto de los españoles hemos tenido que mandar un Airbus de la Fuerza Aérea y luego con el camión-escoba de veinte más a los que Sarkozy tuvo que convidar a aeroplano. ¡Claro, como no venían con calcetines blancos para ronear de catástrofe!

 

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