ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Asenjo, el manto y la manta

A la toma de posesión del Arzobispo Coadjutor asistirán hoy más curas y obispos que capillitas hubo anoche en el merecidísimo homenaje al buenazo de Manolorromán. ¿Fue lo de Manolorromán de anoche como el Gatapardo del fin de una época del papel de las cofradías dentro de la Iglesia de Sevilla y de su influencia en la sociedad civil como un lobby tela de poderoso? Siempre dije que el lobby judío de Nueva York es una peña de jugar al dominó al lado del poder que en Sevilla detenta (que no ostenta) el lobby cofradiero.

En la toma de posesión del que dije que tiene nombre de árbitro de fútbol, Asenjo Pelegrina, calculo que habrá, según se ha anunciado, 18 cardenales, 81 arzobispos, 851 obispos, 3.425 curas, 5.762 diáconos permanentes, 7.925 monjas, y 9.975 aficionados a cura, así como cantidad y tela marinera de fieles cristianos «hasta completar aforo», como poner suelen las invitaciones a los actos cuando son, como el presente, gratis total y hay tanta curiosidad como ante un partido de la máxima.

Yo no sé a usted, pero ¿y a mí, que si me gustaba la figura de Asenjo, alineado donde los obispos tienen que estar y no con el poder, ahora me empieza a caer de superior para arriba, cuando he leído la entrevista que en ABC le hicieron ayer Álvaro Ybarra y J. J. Borrero? Quienes formulan al Coadjutor una pregunta genial: «En tiempos de crisis, ¿hay que bordar mantos para sostener el empleo en los talleres o hay que comprar más mantas». ¿Y qué responde Asenjo? Pues que hay que hacer ambas cosas, mantos y mantas: cuidar la religiosidad popular y ejercer la caridad, incluso empezando por «pagar el recibo de la luz a las primeras víctimas de la crisis económica». Óle. Eso es lo que hace falta aquí: un arzobispo que sepa que en Sevilla debe tener tanta importancia el manto como la manta. Que sin manta, no sirve de nada el esteticismo del manto.

Hablando de mantos y de mantas, me parece a mí que Asenjo se va a liar la manta a la cabeza, va a tirar de la manta y va a acabar con muchos mantas de la Iglesia sevillana que se dedican a dar mantazos sin manteo para no afrontar los verdaderos problemas ni proclamar, ni más ni menos, la Verdad que nos hace libres como el viento que mueve la veleta de la Giralda, símbolo de esta ciudad tornadiza, acomodaticia y cobardona que necesita un arzobispo valiente que anime al personal a dar la cara y no a buscar acomodos a la sombra del poder y de las ideologías dominantes, casi dictatoriales en la imposición del pensamiento único de lo políticamente correcto.

Asenjo dice lo que muchos hace muchos años estaban deseando escuchar en Sevilla. Por ejemplo, que la peor secularización es el miedo de los propios católicos, y nada digo de sus pastores: «La propensión a bajar los listones de exigencia en el campo de la doctrina o de la moral para no hacer antipático el Evangelio». El dorado de píldoras, como ven, no figura entre las aficiones del Coadjutor, que da la cara donde hay que darla y cuando hay que darla: «No tengo conciencia de haber sido manipulado políticamente por nadie cuando participé en la Jornada de la Familia de la Plaza de Colón». Plaza donde por cierto no estaba, como usted sabe, quien usted sabe.

Y frente a la Cultura de la Muerte, leña sin rodeos contra los progres de la eutanasia y el aborto: «Me gustaría que en su apuesta por los más desfavorecidos incluyeran también a los más débiles e indefensos, la vida humana concebida y no nacida. No pierdo la esperanza de que se vaya afianzando en nuestra sociedad la Cultura de la Vida». Y claridad contra la nueva desamortización, ¿qué es eso de usar las iglesias como salones culturales? Los conciertos, a los teatros. Y valor para poner al lobby cofradiero en su sitio, anda que va a haber muchas coronaciones y muchos pasitos en procesiones extraordinarias: «Reducir la vida de las cofradías y hermandades a la estética sería quedarse en la periferia, sin entrar en el meollo de los misterios que las procesiones representan». Bueno, ya aprenderá Asenjo que en Sevilla no se dice «procesiones», sino cofradías; pero principio quieren las cosas. Y el comienzo no puede ser más esperanzador e ilusionante. Y algo a lo que no estábamos acostumbrados: valiente, en la Ciudad Cobarde.

Así que yo no sé a usted, pero ¿y a mí, que me está gustando el Coadyuvante bastante más que el Coadyuvado?

 

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