ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Madrid, qué buena excusa

Cuando no teníamos autonomía en Andalucía, Madrid era la culpable de todo. Menos de lo de Manolete en Linares y del crimen de las estanqueras de la Puerta de la Carne, de todo. Ahora que hay autonomía, Sevilla ocupa el lugar de Madrid para el resto de las provincias andaluzas. Vistos los problemas desde Málaga, o desde Jaén, la culpa la tiene siempre Sevilla. No en cierto modo, sino en certísimo modo, la autonomía ha significado la sustitución de un centralismo por otro: del centralismo de Madrid por el centralismo de Sevilla.

Desde Sevilla vemos las cuestiones intrarregionales de otro modo. A los sevillanos no nos pueden ver en Málaga. Pero nosotros reconocemos que Málaga nos está echando la pata, que tiene más capacidad de iniciativa que nosotros, que es una ciudad con mayor pujanza económica. Admiramos el empujón de Málaga. En el fondo, los sevillanos envidiamos a los malagueños. Aunque sabemos que allí nos odian, por la acusación de centralismo con la que cargamos por culpa de la capitalidad de la Junta. Y en Cádiz, lo mismo. En Cádiz nos ponen verdes a los sevillanos en mil coplas de Carnaval, se hartan con nosotros y nos llaman «los miarmas». De todo lo malo de Cádiz tiene la culpa Sevilla. Cuando no saben allí que el sevillano admira al gaditano y muere con las cosas de Cádiz; que al gaditano le tenemos admiración por su forma de ser, por cómo valora lo propio, por su modo de entender la vida, y envidia por la alcaldesa que tienen y lo bien que mantiene a la Tacita de Plata, llena de proyectos para el Bicentenario de la Constitución de la Pepa. ¿A que Cádiz va a tener su segundo puente sobre la Bahía antes que Sevilla estrene su primera línea de Metro?

Y si así nos ven a los sevillanos desde el resto de Andalucía, Madrid ha dejado de ser la culpable de todo aquí en Sevilla. Ahora Madrid es justamente lo contrario: la excusa multiusos para todo. Gracias al Ave. ¿Usted ha visto la cantidad de gente que va en el Ave, lleno siempre? Cada hora hay un Ave, y dos en las horas punta, y siempre va lleno. Cada vez que me monto en el Ave me hago la pregunta del siglo:

—Antes de que hubiera Ave, ¿viajaba tanta gente a Madrid? Y si viajaba, ¿en qué iba, si nada más que había cuatro o cinco aviones al día, y el tren se limitaba al correo, al rápido y al exprés?

Aquí ha sido al revés que en Fisiología: el órgano ha creado la función. A efectos de crear función viajera a Madrid, el órgano del Ave ha sido, vamos, que ni el órgano catedralicio de mi admirado Don Enrique Ayarra (me alegro de su recuperación, Maese Ayarra, tras el trasplante renal en la impresionante historia familiar de la donación, que pone los vellos de punta). Lo curioso es que vamos tanto a Madrid ahora que con la autonomía ya casi nada depende administrativa y políticamente de Madrid. A resolver asuntos de papeleo no se va a Madrid, porque de los asuntos de papeleo entienden las consejerías de la Junta. ¿A qué entonces tantos van tanto a Madrid? Pues yo creo que como la gran excusa en que se ha convertido la capital del Reino. Cuando no se quiere asistir a algo, cuando da una pereza espantosa cumplir con algún conocido o con un compromiso social, la excusa de Madrid, con su correspondiente Ave, viene divinamente, y tiene una gran verosimilitud:

—Perdona, Pepe, pero mañana no puedo ir a ese almuerzo, porque estoy en Madrid y no vuelvo hasta el Ave de las 9.

No es «voy a Madrid», no; la excusa buena es decir «estoy en Madrid»:

— Juanito, qué pena que no pueda ir a la boda de tu hija, porque precisamente el día 16 estoy en Madrid.

¿Cuántos coñazos nos quitamos de encima gracias la excusa de Madrid? Cientos. Hay que dar las gracias al Ave. Antes de que hubiera Ave, si decías eso de que no puedes ir porque estás en Madrid, te respondían: «Tararí, por aquí se va a Madrid». Ahora cuela. ¡Vamos que si cuela! Como que hay quien cree que el Ave va tan lleno por la gente que huye despavorida para no tener que ir al almuerzo con Pepe, que es un plasta pesadísimo, ni a la boda de la hija de Juanito, que ronea de marquesa y tiene tantas pretensiones que aquello ha de ser un horror de Cursilerías Reunidas Geyper.

 

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