Tras haber dejado el Hotel Colón como la cara de Doña María Coronel con el aceite hirviendo, irreconocible, anuncian la reforma integral del Alfonso XIII. Ojú. En el Hotel Alfonso XIII puede ocurrir de todo. A ver si lo reforman tanto, tanto, que lo dejan tal como fue concebido en 1929 y lo mantuvo de refinamiento y de exquisitez la cadena del Palace, hasta que llegó Entursa, la Empresa Nacional de Turismo del INI franquista, y se lo cargó.

Hablando de hoteles, en ese salón de la moda flamenca que tiene nombre de hotel de la calle García de Vinuesa, el Simof, han desfilado colecciones de trajes de gitana con títulos que parecían de espectáculos de la Bienal de Flamenco o de discos de sevillanas: «Quién dijo pena», «Entre volantes y nazarenos», «Gitanas de fuego», «Pisa con garbo», «Sueños de Turquía». Trajes de flamenca, además, inspirados en la India o en el Lejano Oeste. Toma ya. Y la gente, encantada.

Hablando de moda, la Banda de las Cigarreras se ha puesto en contacto con mis admirados Vittorio y Lucchino para que les diseñen los nuevos uniformes. ¿Por qué no se han ido mejor a buscar a Ágata Ruiz de la Prada? Una pena. Sería mucho más cofrade.

Es menester ver cómo aquí todo parece lo más normal del mundo. «Cómo llora Sevilla», no: cómo traga Sevilla. La frase marmórea de mi admirado y torerísimo Julio Pérez Vito, la admiración sin tasa de la novelería: «Esto está presssioso». Que es lo que decían y siguen diciendo las marías de los barrios cuando llegan a la Puerta Jerez como los bolcheviques al Palacio de Invierno, se sientan en los bancos de Ikea, ven pasar el tranvía, admiran las catenarias, y luego llevan a los niños a que se monten en los cacharritos estáticos de La Alfalfa, que también está presssiosa. Como está presssiosa la Plaza Nueva con los mamarrachos de esculturas de turno. Como está presssiosa la Avenida convertida en sala de exposiciones de fotocopias buenecitas tamaño XXL.

Estamos, señores, en la Sevilla del No Passsa Nada y del Esto Está Presssioso.

Por eso me sumo con sumo gusto y con todo ardor cívico a la propuesta que ayer hacía en la mundana competencia el ingenio de este Reino de Sevilla que se esconde bajo el seudónimo de Mateo Alemán, en el siglo Micer Francisco Robles. Igual que la Unión de Librepensadores pasea por España el Autobús Ateo con su lema-proclama del bajonazo a la religión en el costado, en una especie de Viva La Pepa por lo agnóstico o de Carpe Diem sin latinajos, así los cuatro gatos que a mucha honra formamos la Unión de Rancios de Sevilla debemos comenzar inmediatamente nuestra publicidad en Tussam, que como somos de aquí, a ver si nos hacen precio.

Aquí triunfan los sin Dios y, por lo visto, los sin Sevilla. Cuanto más niegues la existencia de Dios, más progre eres. Y con Sevilla, lo mismo. Cuanto más niegues la existencia de Sevilla y digas que preservar la ciudad monumental es una carcundiez de los fachas retardatarios, más moderno y más progresista eres.

Quitémonos, pues, las caretas. Saquemos el Autobús Ateo aplicado a Sevilla. Hartos de coles, entreguemos la cuchara, porque la mayoría absoluta ha decidido que aquí No Passsa Nada y que Esto Está Presssioso. Como los moros de Queipo dando vueltas en los camiones, pongamos a dar barzones al Autobús Ateo de los que estamos tan hartos de coles que a este paso vamos a romper en apóstatas de sevillanía. ¿Que cómo es el lema del autobús? Pues el que con sus hechos impone el Ayuntamiento y con sus tragaderas aprueba la mayoría absolutoria de los sevillanos del Esto Está Presssioso: «Probablemente Sevilla no existe. Deja de preocuparte y disfruta del parque temático en que la han convertido».