ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los cherlosjolmes de Marta

Me da muy buena espina el curso de la investigación sobre el asesinato de Marta del Castillo y la búsqueda de su cadáver. ¿Y saben por qué? Porque quizá esté equivocado, pero me da la impresión de que los niveles escandalosos en el circo mediático van bajando más que el euríbor. Una cosa es el crimen de Marta, cuya ignominia sigue intacta, y otra su rentable utilización por las televisiones. Pero es que en las televisiones, en general, me parece que va en bajamar también el nivel del tomateo y del cotilleo. Miren las parrillas. Tele 5, por ejemplo, ha suprimido en sus tardes el programa diario del cotilleo del tomateo, donde todo osado paparazi tenía su asiento y toda profesional de los platós cobraba por hablar de sus cuernos, sus antiguos novios, sus amantes o sus pobrecitos niños. Me aseguran que tertuliana del corazoneo hay que ha tenido que emigrar a la Argentina para buscarse las habichuelas, porque aquí, a este paso, hasta Mariñas se va a tener que dedicar a la crónica parlamentaria. Ojalá.

Digo todo esto porque lo peor que le ha pasado al asunto del crimen de Marta es que lo hayan mezclado en la tele con los programas de las pelanduscas de lujo, de los chuflas profesionales, de los cotillas de peaje y de los virtuosos de la infamia. Por decirlo en términos de hemeroteca, un asunto de «El Caso» lo han explotado en el «Qué me dices», por citar las ínfimas de las revistas llamadas del corazón. De la pobre Marta del Castillo han hablado en la tele autoridades en criminología tan solventes como María Antonia Iglesias y Giménez Arnau. Han surgido como los hongos los cherlosjolmes de Marta. Aficionadillos a policías, desplazados muchos de ellos a Sevilla, a Alcalá, a las orillas del río o a Camas, que aparentaban saber más que el presidente del Supremo sobre delincuencia juvenil y sobre el espantoso crimen. ¿Cuántas veces hemos estado viendo la televisión y ha salido en la parte inferior de la pantalla una cinta rodante en sobreimpresionado, anunciando que iban a dar una primicia importantísima sobre el crimen de Marta que habría de estremecer al mundo? Y después de la publicidad, salía el habitual payaso del circo mediático para decir una solemne chorrada que ni era primicia, ni importante, ni nada.

Esos eran los cherlosjolmes de la tele. Pero es que Sevilla entera ha estado hasta ahora mismo también llena de cherlosjolmes, que empiezan a desaparecer gracias a Dios. Cuando buscaban en el río a la pobre Marta, estos cherlosjolmes te decían cómo iba a aparecer, y dónde:

—La van a encontrar en Alcalá del Río, porque como el Guadalquivir tiene esas mareas tan fuertes...

Cuando el juez llamaba a declarar a la niñata de Camas que su madre paseó por los platos, el cherlosjolme pontificaba:

—No la pueden meter en la cárcel porque es menor y porque lavar un chándal no es encubrimiento.

¿Que el guionista del crimen cambiaba de argumento y hacía pasar a la Policía y a la Justicia del río al vertedero? Pues el cherlosjolme te decía, muy solemne:

—No creo que la hayan tirado en el contenedor que dicen, porque está al lado de la casa, y el asesino siempre busca deshacerse del cadáver lejos, donde no lo puedan relacionar con el crimen.

Será porque los cherlosjolmes están ya pensando en la Semana Santa, será porque las teles de Madrid y las tardes con María han terminado la sesión del circo mediático. Lo cierto es que cada vez hay menos cherlosjolmes del crimen de Marta. Mejor. Así, en silencio, sin gente chupando cámara y audiencia y ganando el dinero a costa de una desgracia, quizá encuentren el cuerpo de Marta y las pruebas irrefutables contra su asesino. Dios lo quiera.

 

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