Feriantes, flamencas, caballistas, socios de las casetas, colados, gorrones, mangones, gañotes, pintamonas, niñatos de la botellona de la portada, pijos del Aero, canis del Distrito, cocheros, camareros, tiesos, rancios, modernos, progres, viajeros del Metro, sevillanos todos:

Se acabó lo que se daba de impaciencia. Se terminaron las vísperas de farolillos y extraordinarias horas extras de los barandas de Fiestas Mayores. Se abre para todos, con la portada de la Feria, la Noche del Alumbrado, que tiene nombre de novela de misterio con templarios. Cuando la Feria estaba en El Prado, le llamaban Prueba del Alumbrado. Ahora largamos fiesta del Ayuntamiento y de la efectividad de sus servicios, pero anda que antiguamente tendría que ser como para fiarse. Pues como no se fiarían de que las bombillas de la portada estuvieran bien apretadas, ni los farolillos bien puestos, ni que a la hora de la verdad no se fundieran los plomos y se fuera todo aquello al ca...ballo del Cid, instituyeron la Prueba del Alumbrado. Como el que prueba el arroz de la paella en la parcelita, a ver si no está duro, así probaban los concejales el alumbrado. ¿Que no salía aquello ardiendo ni se fundían los plomos? Ea, pues podía comenzar la Feria. ¿Que pegaba todo un chisporrotío horroroso y no se encendían las luces ni para los alemanes de Sevillana de Electricidad? Pues metían a veinte o treinta en la cárcel, que es lo que se estilaba en la dictadura según la Memoria de la Buena Pipa.

Ahora ya no se prueba el alumbrado. El Ayuntamiento ha dedicado una noche al Alumbrado en su plenitud. Como el Día de la Madre o el Día de los Enamorados, pero con nocturnidad. La Noche del Alumbrado es como oficialmente llama el Ayuntamiento al «Alfredito, dale al botoncito» de hoy a las 12, que si no quieren meterse en la bulla ni que le cojan lo que suelen en las bullas, pueden verlo en directo por Sevilla TV.

Para el Ayuntamiento será El Alumbrado, pero la gente le dice, y cada vez más, El Pescaíto. Esto del Pescaíto es nuevo, I+D. En Sevilla nunca hubo Pescaíto. El pescaíto era cosa de Málaga. Pescaíto es como le decían los de Madrid al pescao frito, del mismo modo que para ellos «un flamenquito» es un conjunto de sevillanas en la caseta; «faralaes», el traje de flamenca; o «Madrugá», las de Madrugada. En Sevilla, toda la vida de Dios, el diminutivo de pescao frito no fue nunca pescaíto, sino «un poquito pescao», que no es lo mismo. Un poquito pescao está que dice comedme, y con las manos las rodajas de merluza, mientras que pescaíto es una palabra que parece que se ha puesto traje oscuro y corbata para aguantar esta noche en la caseta al cursi y a la pesada que siempre le caen a usted al lado.

Lo que esta noche se tomaba en las casetas, y en plan compadre, al terminar de montarlas, en mangas de camisa, sin tantos tiros largos, no era un pescaíto, sino un poquito pescao, al sevillano modo: «Niño, llégate por un poquito pescao». ¿Papelón? No, papelón es el aumentativo. El aumentativo de pescao es «un papelón de pescao». Y el aumentativo muy exagerado, «un buen cañonazo de pescao frito». (Lo cual, evidentemente, es un homenaje al artillero Daoiz, héroe sevillano del 2 de mayo, que derrotó a los franceses a base de cañonazos. De cañonazos de pescao frito que le llevaba una tía suya al Parque de Monteleón, desde una freiduría que había en La Gavidia, por eso plantaron luego allí el monumento de los zapatones de bronce.)

Que tengan, pues, feliz Noche del Pescao Frito: de pescaíto, nada. Lo digo en términos clásicos porque a este paso el habla sevillana sí que acabará siendo una lengua muerta, y no el latín. Una lengua muerta... de pena ante la cursilería de llamarle pescaíto a lo que toda la vida de Dios ha sido el pescao frito con su rosca, sus aceitunas, sus alcaparrones, sus rábanos y su tinto de Casa Morales.