¿Está de veraneo el tío de la cachimba? ¿Goza de su merecido permiso anual ese lindo alcaide Galindo que hasta que no se cargue el Alcázar no va a parar? ¿Está de alcalde Monteseirín o tenemos un correturno, un becario? Porque parece que al Ayuntamiento, en materia de rotulación de nuevas calles, le ha dado súbitamente un ataque de sentido común. Por vez primera en mucho tiempo, van a tener calles personas que no solamente se la merecen, sino que están relacionadísimas con Sevilla. Algunos no nacieron aquí, por culpa de la cruda realidad de la frase de la otra: «En algún sitio hay que nacer». Pero aunque no nacieran aquí, tienen patente de sevillanía, probada entrega a la ciudad.

—¡Vamos, como Pilar Bardem e Indalecio Prieto!

—Menos cachondeíto, amigo. Para una vez que estamos elogiando al Ayuntamiento...

Ha tenido que entrar un ataque de cordura en el Ayuntamiento, o las personas sensatas del gobierno municipal han quedado libres de las ataduras de sus societes rojetes de IU, porque la rotulación de nuevas calles en el Polígono Aeropuerto es digna de aplauso. Tendrán calle los sevillanos de nación o adopción que a continuación gloso:

Manuel Ramírez Fernández de Córdoba, periodista, director de este ABC, currista, bético, capataz de los costaleros de Cristo Vivo del Padre Leonardo. Me alegro, Manuel. Pista que va el artista, marchando para el teatro tu memoria en los azulejos de las esquinas, como dirías, Manuel, con tu retranca serrana, que evoco en la vieja Redacción de ABC de Cardenal Ilundain, donde tantas guardias pelamos juntos.

Juan Tribuna, o la memoria de un tiempo de fútbol en la Radio Sevilla anterior al polanquerío, la de Vicedo, la de Don Pepe y su Sobrino. Cuando las retransmisiones de los partidos se hacían a brazo, como el chocolate Virgen de los Reyes.

Eduardo Chinarro, o las primeras noticias laborales en El Correíllo del Cura Javierre, las primeras huelgas con Soto y Saborido, las primeras Comisiones Obreras, que eran como el beso prohibido a nuestra primera novia, la libertad de prensa que nos devolvería el Rey.

Don Faustino. No hay que aclarar que Gutiérrez-Alviz. Un señor de la cátedra y de la ciencia jurídica. De cuando un catedrático de Derecho era un catedrático de Derecho, y yo sé lo que me digo, ¿a que sí, querido Pablo Gutiérrez-Alviz? El maestro de promociones y promociones de abogados.

Olivencia. No hay que aclarar que don Manuel. Se lo digo siempre en latín de la Bética: Magister Verecundiae en la España del Pelotazo, cuando fue comisario de la Expo.

Clavero. El otro don Manuel de la Andalucía imposible que se quedó sin la Convergencia y Unión que podría haber fundado, de haber existido aquí una burguesía. Incestuosamente, la Andalucía autonómica que parió como ministro de las Regiones lo hizo luego hijo predilecto. Es, pues, hijo de su hija, nieto de sí mismo. Esto suena a Esquilo y Sófocles, pero es así.

Ninguno pertenece al Sindicato de la Ceja. Ninguno lució pegatina contra le guerra de Irak. Ninguno es intelectual orgánico del Régimen. Son sencillamente sevillanos que se merecen una calle. Pero, hombre, hubiera estado mejor un poquito más cerca. Para una vez que les chorrea la sensatez, van y le ponen a usted una calle, profesor Olivencia, por donde aquella última puerta 7 del aeropuerto de San Pablo, que cuando antes del Ave embarcábamos para Madrid y nos teníamos que hartar de andar hasta llegar a ella, me decía usted siempre:

—Hoy nos toca embarcar en Carmona.

Bueno, pues sus calles, don Manuel, se las han puesto a ustedes cerca de Carmona. La suya no sé si es la última calle de Sevilla o la primera de Carmona. Será para que la de Manolo Ramírez quede más cerca su querida Constantina.