Si Dámaso Alonso sostenía que el XX era «el siglo de las siglas», no sé qué hubiera dicho el autor de «Hijos de la ira» de haber llegado hasta el siglo XXI sin ser un cadáver más de los millones que había en Madrid y que contó estadísticamente en memorable poema. ¿Han visto qué título me ha salido, lleno de siglas, enchampelado con el artículo de ayer sobre los SMS que carga el diablo y que la gente lleva guardados como armas de destrucción masiva en la recámara del teléfono móvil?

Si yo advertía ayer a los usuarios de teléfonos móviles del riesgo de enviar SMS sin saber quién te los va a guardar, un lector, no vía SMS, sino por el otro conducto de nuestro tiempo en las que fueron llamadas «autopistas de la información», por correo electrónico, me envía su defensa de los SMS:

«Tiempo hace que no le escribo —me dice—, pero hoy no me resisto a hacerle partícipe de una consideración que me tiene con las carnecitas abiertas. Siendo usted tan observador de las costumbres, las rarezas, las manías, las evoluciones de esta sociedad nuestra, habrá reparado en que no hay programa de TV que se precie, que no tenga una dirección de e-mail y SMS, que por supuesto ya se encargan de repetir hasta la saciedad, en las que la audiencia deja sus opiniones sobre temas casi siempre banales. Y lo dejo así porque las más de las veces son opiniones, sí, pero sin que éstas tengan nada que ver siquiera con el tema que se esté debatiendo, o lo tratan de manera frívola y analfabeta. Por ejemplo: programa “Pasión en Sevilla” en Sevilla TV. Víctor García Rayo, el pobre, explicándonos con toda solemnidad y lujo de detalles, en qué van a consistir los actos del CCC Aniversario Fundacional del Carmen Doloroso (lógicamente es un poner). Y aparece en la parte baja de la pantalla: “Yeni tia ke fue unabroma nosea txunga tkiero el santointierro ma guapo el de burgillo biba la republika y la cuadrilla del lero” (también, lógicamente, es un poner).

«Hasta aquí mi exageración para hacerlo más expresivo, pero cosas de este tenor estamos hartos de ver. Y no digamos de esos programas de alto contenido cultural donde se debate quién tiene razón: si Falete o su novio. Es digna de seguir la oleada de SMS en uno y otro sentido. En cuanto a los tertulianos, más de lo mismo. Unos señores que opinan de todo, pero que no saben de nada, y cuyo único mérito consiste en crear polémica. Y podemos figurarnos incluso al presentador, antes de que dé comienzo el programa, dando instrucciones: “Fulano, cuando se plantee la conveniencia de la primera comunión por lo civil de la Infanta Leonor oficiada por un juez mariquita, la rechazas por el poco juego que da en comparación con una celebración religiosa en la que oficie un arzobispo y por no ser tradición de la Casa de Borbón. Y tú, Menganita, la defiendes por ser más progresista y más republicana, como corresponde a una institución como la Corona en pleno siglo XXI”. Y todo ello adobado del más absoluto desprecio a la lengua y del glamur del buen rollito. Y que si “algarrobapuntocom” que dice el Herrera; que si “la verdad es que sí...” que dice la Patiño; que si “el colectivo de gays y lesbianas queremos hacer saber...” como se expresa un rarito que sale en la tele que dicen que está muy estudiado y casado con un registrador de la Propiedad que ahora ejerce de parlamentario europeo; que si “yo para mí que no ha sido penalti” que dice Rafael Almansa... Y todo para no decir nada. Y mi gran pregunta: ¿Cómo se las ingeniarían para hacer TV hace cuarenta años, cuando no había correo electrónico ni SMS?» (¿Y cómo se escribirían los artículos del puente de la Virgen de los Reyes en la ciudad sosegada y en calma, cuando no había generosos e ingeniosos lectores que te lo dieran hecho por correo electrónico?).