ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Pero en Sevilla hay Metro?

En Sevilla se habla de muchas cosas. En el bar, en el trabajo, en familia, en la sala de espera del ambulatorio, en la conversación que oyes mientras haces cola en la caja de Zara, se habla de la crisis, del paro, del Sevilla, del Betis, de la selección española. De muchas cosas. De la perra que ha cogido IU con Agustín de Foxá, que van a conseguir que todo el mundo sepa lo grandísimo poeta que era. Por hablar, lo que se dice hablar, hasta se habla de la barbaridad que insisten los maestrantes en hacer con el ruedo de la plaza de los toros, que hasta que no se la carguen no van a parar estas criaturitas. Les pasa a los maestrantes con su plaza como a los canónigos con la Catedral: hasta que no la han convertido en un museo, no han parado. Vidas paralelas. Por algo los maestrantes tienen asiento en coro y los calonges, palco de gañote en el coso del Arenal.

En Sevilla se habla de los embotellamientos, que ocurren a todas horas y en todos sitios. Y de las colas que se forman por las mañanas en los accesos desde el Aljarafe. Aunque hay quienes dicen que cómo será de gorda la crisis, que ya esos embotellamientos del Patrocinio y de Tablada no son ni sombra de lo que eran, porque como hay menos trabajo, viene menos gente a currelar por las mañanas. Vamos, que la Encuesta de Población Activa se corresponde con la Encuesta de Población Embotellada en los Accesos a Sevilla que dan en la radio por las mañanas.

En Sevilla se habla de los aparcamientos, que dónde vamos a meter los coches con tanto quitarlos, y que cómo el Ayuntamiento tiene encima la cara de cobrarnos el Impuesto de Circulación, cuando circular, circular, lo que se dice circular, cada vez se puede circular menos, y ya verás cuando cierren todo el centro, porque al alcalde le pasa con Sevilla como a los maestrantes con la plaza de los toros, que hasta que no se la cargue, no va a parar.

En Sevilla se habla de los autobuses. Especialmente de lo que tardan los autobuses. En otros sitios un autobús es un vehículo de servicio público que te lleva cómodamente de un sitio a otro. Aquí, no. Aquí el autobús es fundamentalmente una cosa que tarda muchiiiiiiísimo en llegar y que, una vez que llega, no sabes cuándo vas a estar en tu destino, depende de la circulación, de los embotellamientos, depende de tantas cosas...

De todo esto se habla en Sevilla, y hasta de la conjunción planetaria de Obama con Zapatero, vaya dos patas para un banco. Pero haga memoria, y verá que hay algo de lo que no se habla en absoluto en Sevilla: del Metro. ¿Usted ha oído a alguien hablar del Metro? ¿Usted ha oído a alguien decir que su niña se va en el Metro a pasar la tarde a casa de unas amigas, o que el novio de la mayor viene a verla en el Metro? La gente se queja de los autobuses, de los taxis, del tranvía, pero del Metro ni siquiera se quejan. Del Metro ni se habla. Ni se mienta. El Metro no forma parte de nuestra vida cotidiana y mucho menos de las conversaciones. Es más: haga usted entre sus parientes, amigos y conocidos una encuesta. Pregúnteles si se han montado en el Metro. Verá qué sorpresa se lleva. A ojo estadístico de buen cubero, seguro que son más los sevillanos que todavía no se han montado en el Metro que los que se han montado. Pero es que, además, el Metro no ha cambiado en nada las costumbres de cada día. En los cambios de mentalidad y de hábitos cotidianos, mucho más ha influido la peatonalización de la Avenida y de la Plaza Nueva que el Metro. Aunque cuentan que algunos tienen un pariente que vive por Ciudad Expo y que coge el Metro para ir a trabajar, o una prima que se montó una vez cuando lo inauguraron, con la novelería, yo, la verdad, no me creo que en Sevilla haya Metro. Y si lo hay, es como si no lo hubiera. Total, para lo que está sirviendo y para los problemas que está solucionando...

 

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