ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Gran Vía de los provincianos

Hace mucho que no paso andando por la Gran Vía. En taxi sí he pasado recientemente, yendo o viniendo a la estación del Ave, a la que si don Antonio Chacón viviera tendría que dedicar sus caracoles. Atocha es ahora la gran calle de Alcalá: cómo reluce cuando suben y bajan los andaluces de su vagón del Ave. No he pasado andando por la Gran Vía hace mucho tiempo por la misma razón por la que no ponemos un pie allí muchos provincianos que vamos a Madrid a hacer un mandado, a ejercer orgullosamente de catetos o a ver a la familia, o a las tres cosas a la vez para aprovechar el viaje. Esa razón es el miedo. Me pasa con estos fastos regios de celebración del centenario de la Gran Vía como a aquel entrenador extranjero del Betis al que la afición, tras un partido glorioso, sacó a hombros de Heliópolis. Y cuando le preguntaron luego qué le había parecido el homenaje, dijo:

—Afición buena, pero a mí robar cartera...

De la Gran Vía digo igual, quizá con muchos catetos provincianos que tememos poner un pie allí:

—Sí, la Gran Vía es muy bonita y está muy bien que celebren sus 100 años, pero la última vez que estuve allí, a Isabel le quitaron el monedero del bolso en Callao.

Razón por la cual la parte de la Gran Vía que más frecuentamos sus osados paseantes provincianos es la comisaría de Policía de la calle Leganitos, allí al lado, donde vamos a presentar la denuncia de la cartera o del monedero que nos han birlado. O a lo mejor pueden ustedes pensar que no llevo razón, y que me pasa con la Gran Vía como al otro con la tónica del luminoso de la esquina del edificio Carrión, vulgo Capitol: que la he probado poco. En absoluto. La he probado muchísimo. En tiempos de estudiante y de mili en el cuartel del Servicio Geográfico del Ejército, hasta he vivido en la Gran Vía con pase de pernocta. Concretamente en Gran Vía 31, Pensión Luengo, con el poeta Manuel Mantero, que aterrizó allí como huésped estable por la cercanía con el estudio de Concha Lagos y de su revista «Agora», y que me recomendó con la patrona. Yo sé lo que es ir vestido de recluta por la Gran Vía camino de un cuartel de Conde Duque que aún guarnecía un escuadrón de Caballería, con los cascos resonando empedrados en las cuadras de los sótanos. Como todos los soldados de provincias, ¡qué saludazos le pegábamos en la esquina del Biombo Chino al portero del Hotel Emperador! Cuando lo veíamos con su gorra de plato, sus charreteras, sus entorchados y sus dorados cordones lo creíamos por lo menos general de brigada. Así que, por si las moscas, saludazo al canto, no vayan a venir con sus cascos blancos los «pilimilis» de la Policía Militar, terror de los soldados de pueblo que tenemos todos una foto de uniforme dando barzones por la Gran Vía.

En la Gran Vía yo he escuchado cantar a Bambino, en Las Cuevas de Nerja. En la Gran Vía he conocido la gracia suprema de El Brillantina. Yo he visto bajar por la Gran Vía a Los Beatles de Cádiz con sus melenas, cuando Manolo Caracol los llevó a Los Canasteros. Yo he conocido aquella exquisita Gran Vía de veladores, vermú después de misa y cafeterías con nombre de estado americano y tortitas con nata. Hasta puedo señalar dónde vivía Concha Piquer y dónde Boby Deglané hacía Cabalgata Fin de Semana. ¿Existe esa Gran Vía? ¿O es ya sólo un recuerdo, como la Avenida de los Obuses de la guerra, que conocimos leyendo a Arturo Barea? La Gran Vía de las Brigadas Internacionales bajando camino del Parque del Oeste y de Hemingway poniéndose ciego en la barra del Hotel Florida. La transición tuvo el mérito de ponerle Gran Vía a lo que la gente llamó siempre Gran Vía, aun cuando fuera oficialmente Avenida de José Antonio. Ahora Gallardón quiere aparecer como si la Gran Vía existiera gracias a él y no fuera una avenida degradada. Mejor que la ponga más segura, sin jindama de carteristas, y se deje de derrochar dineros en centenarios. Porque los provincianos que vamos a Madrid oímos decir «Gran Vía» y de momento nos echamos mano a la cartera.

EL ENTRENADOR DEL "MI ROBAR CARTERA".- Estimado Antonio: en referencia a tu artículo de hoy, y por si no lo recordabas, el entrenador del Real Betis al que te refieres fue el húngaro Ferenc Szusza, que dirigió a tu equipo desde el 72 al 76. En octubre de este último año las autoridades de su país le ordenaron volver, y entonces dirigió a los verdes por última vez en un partido contra el Español de Barcelona, que ganó el Betis por 5-1. Al finalizar el encuentro los aficionados lo sacaron a hombros, y efectivamente, en el tumulto, le quitaron la cartera.- JOSE LUIS MONTOYA

 

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