Los mismos que negaban que estuviéramos en crisis y nos decían que esto era una desaceleración pasajera, aseguran ahora que nuestra condición de los más tiesos de Europa Occidental no tiene nada que ver con la ruina de Grecia, y que Alemania no tendrá que venir a echarnos un cable en plan «salvar al soldado Ryan». Como al fondo está Grecia, me pongo aristotélico y hago una chapuza de silogismo:

1: Nos dijeron que en España no había crisis y vamos camino de los 5 millones de parados. 2: Ahora nos dicen que palabrita del niño Jesús esto no tiene nada que ver con Grecia, por la salud de Sonsoles. 3: Ergo... vayan aprendiendo Griego.

Como García Lorca veía «aires de Roma andaluza» en la cabeza de Ignacio Sánchez Mejías, me parece que no aires, un vendaval de Grecia española hay en nuestras cifras del paro, del déficit, de la deuda pública. Y donde más aires de Grecia española encuentro es en la negación de la realidad y en el pertinaz tejido de cortinas de humo urdido para que no pensemos en la que se nos viene encima. Cuando negaban la crisis ocurría exactamente igual. Cada día sacaban un espantajo para que no pensáramos la que se nos venía encima. Ahora, ¡qué juego les está dando el juez Garzón! ¡Qué juego les está dando el franquismo! ¡Qué juego el Tribunal Constitucional! ¡Qué juego el Supremo!

—Y por si faltara algo, el cornalón de José Tomás...

¡Sangre a la primera, y así no tenemos que llevar lo del paro y lo de la deuda española! Aunque el cornalón de José Tomás es un varetazo ante la que lleva nuestra economía en el mismísimo triángulo de Scarpa. Zapatero está toreando como José Tomás, no con la muleta de las medidas económicas, sino con la femoral. Y como aquí no se reduce el gasto público en un solo euro, y como aquí seguimos derrochando en lujeríos y canallerías, pues vamos camino de la enfermería, dejando un reguero de sangre por el callejón. Ese reguero son los millones de parados. Y otra trayectoria interna que lleva la economía en este cornalón y que no se ve, que es la deuda pública. Lejos de hacer como el médico de la enfermería de Aguascalientes que salvó a José Tomás, el que incluso sin anestesia lo abrió por donde tenía que abrir y pinzó las venas para que el torero no se desangrara como Paquirri, Zapatero intenta remediar el cornalón dándonos de aspirinas de más gasto público o ibuprofenos de dádivas diversas del Plan E... por las que ahora por cierto habrá que tributar en la declaración de la renta, que ésa es otra.

Aunque no quieran reconocerlo para que no cunda el pánico y para que puedan seguir movilizando el voto de los radicales resucitando el odio de la memoria histórica y la vuelta a las dos Españas, esto está de un griego que tira de espaldas. Yo, de momento, por lo que pueda pasar, he sacado los viejos libros del Bachillerato, donde estudié Griego. Estoy perfectamente preparado para la que se avecina. Tengo en la mesa un querido libro de mi juventud: el «Diccionario Griego-Español con suplemento de formas verbales y apéndice gramatical», de José M. Pabón Suárez de Urbina y Eustaquio Echauri Martínez, publicado por Spes. A mí esto de la salvación a la griega no me coge como me pilló la crisis, desprevenido. Porque cuanto más niegan lo de Grecia, más me acuerdo del cornalón de Aguascalientes, hidrocálido, vamos, por decirlo ya en griego.

¿Quién ha dicho que lo de España no se parece a lo de Grecia? De momento tenemos una Reina que nació en la mismísima Atenas, así que ya me contarás. Y el segundo apellido del heredero de la Corona es Grecia, por más que esto de Grecia sea un mote que se pusieron los Schleswig-Holstein para que lo suyo no sonara en España a escalope. Como estos insensatos que nos gobiernan sigan sin querer poner urgentes remedios al cornalón a lo José Tomás de la economía y lo dejen todo para las calendas griegas, se nos va a caer el pelo... poneso.