Solía recordar Jaime Campmany que José María Pemán, en aquel tiempo en que dijo Marcuse a sus discípulos que hablaran mucho de los latifundios, cuando algún joven revolucionario le insistía en la necesidad de expropiarlos, le preguntaba:

—¿Y qué me dice usted de los latisueldos?

Pemán habría sido ahora feliz. Habría visto cómo los herederos en el Gobierno de aquellos jóvenes marcusianos han pasado directamente de la expropiación del latifundio a la expropiación fiscal del latisueldo. Será por deformación residencial en Andalucía, pero esta reforma fiscal de caballo con sus impuestos confiscatorios para las grandes rentas y los latisueldos que anuncia ZP y ya han decretado en Cataluña y otras autonomías, me parece que es la venganza de estos progres zapateristas que quieren mejorar la plana a los felipistas que intentaron, pero no pudieron, hacer la reforma agraria y darse el gustazo de expropiarle las fincas a la Duquesa de Alba, que era de lo que se trataba. Ya pasó aquel tiempo. A Cayetana ya nadie quiere expropiarle nada. Todo lo más, lo que los paparazis llaman una foto robada. Pasó aquel tiempo de agitaciones campesinas como arrancado del libro de Díaz del Moral, cuando Alfonso Guerra anunciaba a sus descamisados:

—No vamos a parar hasta que veamos a Fermín Bohórquez rejoneando en un borrico.

La expropiación de latifundios se mascaba antes de que llegaran al poder. Todo el que había heredado unas tierrecitas tenía miedo. El PSOE avanzaba hacia la Moncloa como en una secuencia de «Novecento». En Radio Nacional de Sevilla, donde trabajaba, todos le hacían la pelota, por la que pudiera tronar, al ingenioso Paco Cervantes, el productor que inventó el programa del Loco de la Colina, socialista confeso, compañero de los retratados en la foto de la tortilla. Tanto miedo había a las expropiaciones, que un compañero de trabajo con más perritas y por tanto más jindama que los demás, le preguntó a Cervantes:

—Oye, Paco, cuando lleguéis al poder, con los que tenemos un chalé con parcelita, ¿qué vais a hacer?

Y Cervantes respondió:

—Tranquilo: ha dicho Felipe que os regalemos un cortacésped a cada uno.

Y así fue. Aunque intentó hacer la expropiadora reforma agraria, Escuredo acabó regalando un cortacésped a los grandes propietarios agrícolas, en forma de subvenciones europeas para el campo. Han visto que el sueño de la expropiación del latifundio era algo propio del siglo XIX y de la lista de grandes propietarios del libro de Pascual Carrión, donde no vienen los actuales, como Samuel Flores, que tiene ahora más tierras que entonces Infantado, Alba y Medinaceli juntos. Por eso en el siglo XXI han puesto al día la política confiscatoria consustancial con la izquierda, y van a por la expropiación del latisueldo a través de los impuestos, en un sistema más sueco que Ikea. Que a usted le quiten el 47 por ciento de lo que gana honradamente con su trabajo es una forma de expropiación como otra cualquiera. Más injusta aún que la de los latifundios. Querían expropiar los latifundios no productivos, los manifiestamente mejorables, y no lo hicieron. Pero ahora sí que van a expropiar los latisueldos productivos, los que animan el consumo y la producción y, por tanto, el empleo. El dueño del latifundio lo tenía por herencia y muchas veces no la había doblado para hacerlo productivo. Pero el dueño del latisueldo se lo ha ganado él solito, no sus antepasados, a pulso, con su esfuerzo y constancia, pegándose una pechada importante de estudiar, de hacer oposiciones y másteres, de trabajar, cuando no de arriesgar su dinero para crear riqueza y trabajo.

¿El impuesto revolucionario de la ETA? ¡Una mierda! Para impuesto revolucionario, el que quieren poner a los grandes sueldos, a los latisueldos, con el que la izquierda hace la revolución pendiente de la expropiación de los latifundios.