ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Tenemos una mierda de ricos

Se llamaba Francisco Mira Pérez. Era un militar abierto, liberal, lealísimo a Sierra Maik, como los aviadores llaman al Rey, por las iniciales de Su Majestad en el código de las comunicaciones. Si mi memoria no me traiciona, creo que mandó la gloriosa Aviación española cuando la primera guerra del Golfo. Tenía un juvenil espíritu de cadete de San Javier a pesar de estar ya casi en puertas de la reserva. Llegó a Sevilla como teniente general jefe de la Región Aérea del Estrecho, a la que su patriotismo y su sentido del humor le hacían siempre matizar: «Región Aérea del Estrecho... de Gibraltar, porque el Estrecho a secas puede ser el Estrecho de Ormuz, el de Mesina o el de los Dardanelos».

Cuando Paco Mira pasó a la B, el entonces ministro de Trabajo, Javier Arenas, que lo había tratado en Sevilla y sabía de su capacidad de organización y su sentido de entrega a los problemas de las discapacidades por sentirlo muy de cerca en su familia, aprovechó su energía e ilusión y lo nombró secretario del Real Patronato de Minusvalías. Y allí fue cuando Paco Mira, curtido como buen militar en la defensa de la unidad de España, me hizo una caricatura perfecta, con su humor alicantino, del disparatón que era ya por aquellos entonces el Estado de las Autonomías. En la primera visita que hizo a Sevilla tras estrenar su cargo, le pregunté cómo le iba en el Real Patronato, y me dijo:

—Pues estoy perplejo, chico, porque me he puesto a estudiar algo tan simple como las disposiciones contra las barreras arquitectónicas, y España es un desastre. Tú has visto las rampas para las sillas de ruedas, ¿no? Vamos, para los cojos, llamemos a las cosas por su nombre. Bueno, pues las normas sobre cómo tienen que ser las rampas para los cojos son distintas en cada autonomía. En Extremadura, por ejemplo, deben tener una inclinación máxima de tantos grados, y una anchura mínima de cuantos. Que no son las mismas medidas obligatorias en Cataluña. Y yo te pregunto, Antonio: ¿es que un cojo extremeño es distinto acaso de un cojo catalán?

Me he acordado de Paco Mira con el disparatón de los impuestos a los presuntos ricos. Por lo visto los ricos en España son como los cojos que descubrió Paco Mira en las normas contra barreras arquitectónicas: un rico catalán no es lo mismo que un rico extremeño. Como se gastaron lo que no teníamos y se lo quitaron a los funcionarios y a los pensionistas para pagar las deudas de la juerga del Plan E, tiraron de título de culebrón sudaca, lo de «Los ricos también lloran», para que les rechinaran los dientes, breados a impuestos. Ya lo dije: de la expropiación del latifundio a la confiscación del latisueldo. Cada califato y emirato autonómicos ha anunciado sus respectivas crujidas a los ricos. Pero como las rampas de los cojos. En Cataluña eres rico y te crujen si ganas más de 120.000 euros al año, pero en Andalucía no hace falta tanto. Aunque no enganches en Feria, ni tengas ganadería de bravo, ni cortijo, date por fornicado como rico si ganas 80.000 euros. Claro que en Extremadura es de llorar: allí se es rico con 60.000 cochinos euros al año. ¿Dónde están los ricos de antaño, los de «media Extremadura es suya», Santiago Castelo? Un rico de 60.000 euros al año ni es rico ni es ná. Eso es una mierda de rico aquí y en La Granja de Torrehermosa, niño.

 

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