ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Hay que prohibir los certificados

Las maldiciones gitanas ya no están de moda. Tenían toda la gracia del mundo, pero ya apenas se oyen. Quizá será por un falso entendimiento del respeto a "la etnia gitana", que es como la dictadura de lo políticamente correcto llama ahora a los gitanos. Vamos, como si un gitano, con "la etnia" por delante, fuera menos gitano que sin ella y tuviera menos gracia y menos arte, virtudes en las que esta minoría nos da sopas con honda (Civit). Yo recuerdo de chico que las criadas nos referían maldiciones gitanas graciosísimas, escuchadas en sus pueblos:
-- Perseguío te veas por un toro Miura y no encuentres más sombra que la de un trompo.
O las de peor intención y menos gracia:
-- Asín te veas como una sartén vieja: colgando de un ojo y con la tripa quemá.
Por no hablar de las simpáticas, las de "Morena Clara", las del "malas puñalás te den". He pensado en las maldiciones gitanas porque esta mañana ha sonado el timbre del portal, era el cartero diciendo que traía un certificado y he pensado:
-- ¡Qué pena que mi repertorio de maldiciones gitanas sea tan corto! Lo bien que vendría ahora una buena maldición gitana para el que inventó los certificados.
Porque desde que llama el cartero por el telefonillo del portero automático diciendo que te trae un certificado con acuse de recibo, vamos, con las del beri, le abres el portal, ese cartero entra, ese cartero coge el ascensor, ese ascensor llega a tu planta, ese cartero llama a tu puerta y ese cartero te entrega por fin el sobre, transcurren unos minutos en los que si no te ha dado el infarto, no te da ya en la vida. Un certificado nunca trae nada bueno. Si no es del Ayuntamiento notificándote una multa, es reclamándote con recargo el pago de un IBI. Y si no es del Ayuntamiento, es de la Agencia Tributaria, ojú, anunciándote lo peor: o un multazo porque te han trincado en un renuncio o eso tan terrible de una inspección de Hacienda, que es mucho peor que te veas perseguido por un toro de Miura y no encuentres más sombra que la de un trompo. Y si el certificado no es de Hacienda, es de un Juzgado, lagarto, lagarto, citándote para algo malo. Todavía estoy por recibir un certificado en el que me digan que me van a regalar cuarenta mil duros.
Los cardiólogos deberían sugerir a la OMS que, por el buen funcionamiento de nuestros corazones, prohiban terminantemente los certificados, por los sobresaltos de infarto que dan cuando te los anuncia el cartero por el telefonillo. Igual que en las habitaciones de las clínicas con enfermos muy malitos ponen lo de "Prohibidas las visitas por prescripción facultativa", estoy por poner en mi casa un cartelito que diga: "Prohibida la entrega de certificados con acuse de recibo por prescripción médica".
Sustos tan de muerte dan los certificados, que los gitanos deberían añadirlos a sus maldiciones terribles:
-- Premita Undibé que te llegue un certificao y que además sea de Hacienda.
Con la de cosas que están prohibiendo porque son malas para la salud, no hay derecho a que los carteros sigan yendo por ahí fomentando infartos, certificado en mano.

 

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