ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El centro no se cierra

No, no estamos a 28 de Diciembre ni esto es una inocentada. Hoy es el día de la Virgen del Carmen: salve, Estrella de los Mares. Y como estamos a 16 de julio y esto no es una inocentada, la frase del título es sólo un deseo. Es la frase que yo quisiera ver pregonada en carteles por todo el casco antiguo de Sevilla: «El centro no se cierra». De acera a acera, como la pancarta del anuncio de los capirotes en la Puerta Carmona cuando se acerca la Cuaresma. Colgada en los balcones, como las proclamas contra el aborto que se ven en muchos bloques. En pasquines por las esquinas, como los anuncios de «Estudiante busca piso para compartir», «Pintor barato» o «Se dan portes económicos».

¿Cuántas personas viven en el centro? ¿Cuántos comercios, oficinas, despachos profesionales, sedes de empresas, consultas de médicos, bufetes de abogado, laboratorios clínicos, notarías, estudios de arquitecto, gestorías, hoteles, pensiones, hostales, restaurantes, bares, hamburgueserías, mesones y serranitos y jabuguitos varios hay en el centro? Eche un cálculo sobre las personas que tienen su vida y su negocio en el centro. ¿Serán 100.000? ¿200.000? ¿300.000 acaso?

Sigo haciéndome preguntas tontas: de los sevillanos que tienen su vida o su negocio o su trabajo en el centro, ¿a cuántos ha preguntado el Ayuntamiento para cerrarlo al tráfico, si les parecía bien, si les parecía mal o si se la remanfinflaba? Y más preguntas: cuando cierren totalmente el centro a la circulación y pongan multas de no te menees al que se mueva y salga en la foto de las cámaras-chivatas, de las cámaras-acusicas, ¿cuántos hoteles van a ir al traste al no poder entrar los turistas? ¿Cuántos negocios cerrarán porque los clientes preferirán ir al Polígono El Manchón, donde se va divinamente con el coche y se puede aparcar? Y de los vecinos que viven en el centro y son personas mayores que están solas, ¿cuántos quedarán literalmente cercados, porque ni sus hijos ni sus nietos podrán ir a recogerlos en el coche para llevarlos al médico o a comer con ellos el domingo fuera?

¿Y cuántos sevillanos han protestado contra esta barbaridad y se han levantado en armas gritando «El centro no se cierra»? Pues ni media docena: tres. Pongo sus nombres en el cuadro de honor de esta ciudad con encefalograma cívico plano: el presidente de la asociación de vecinos de la Plaza del Museo, Manuel Ruiz-Berdejo; el la Asociación de Vecinos del Pumarejo, Ángel López Hueso y Antonio Pérez Fernández, presidente de la asociación de vecinos del Arenal. El resto, hasta 700.000 sevillanos, tragando y callando, ejerciendo el NoTKBNá que dice Robles.

A mí me gustaría que el centro fuera Astilleros, que Sevilla fuera Cádiz, y que la ciudad estallara en pancartas y manifestaciones de protesta. Como aquel «Astilleros no se cierra», «El centro no se cierra». O como aquella chirigota de 1996, «Astronautas españoles», que iban de cosmonautas con búcaro y pañuelo con cuatro nudos en la cabeza, y que, simulando el lanzamiento de un cohete espacial, cantaban en su estribillo: «Cuatro, tres, dos, uno... ¡cero!/¡A ver quién tiene cohone aquí/de cerrá Astillero!». Eso era en Cádiz. En Sevilla, hasta los castrati con tomati pueden cerrar el centro. Que No Passsa Nada.

 

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