ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Elogio del desconchón del Postigo

Empezaron por el banco de Bellavista y ya van por los desconchones. Hablo del PP. Como el tren de Dos Hermanas, Zoido es de cercanías. Hace una inteligentísima política de las cosas más cercanas, de las que preocupan a los vecinos y se la traen al pairo a un Ayuntamiento dedicado a complicarnos la vida. Las de Zoido son las pequeñas grandes cosas de Sevilla: que en Bellavista falta un banco para que se sienten los jubilatas; que con esa loseta rota un día se va a descrismar ahí una criatura; que ese husillo está atorado y en cuanto caigan cuatro gotas esto se va a arriar... Cómo habrá calado esta azoriniana política de los «primores de lo vulgar», que el Ayuntamiento hasta creó un Servicio Anti Zoido: el teléfono donde llamas si ves la loseta rota o el husillo atascado, y viene inmediatamente un tío a arreglarlo.

Zoido tiene arte para la denuncia de estas pequeñas grandes cosas. Zoido, no su equipo. Zoido debe de estar en los baños, porque anduvo con Arenas en el homenaje que le dieron en Marbella al Litri padre. Y ha dejado aquí a los pasantes. Que no tienen su arte para denunciar baches, bombillas fundidas y papeleras rotas. Por ejemplo, la concejala María del Mar Sánchez Estrella, a la que no teníamos el gusto de conocer hasta que con fotógrafo incorporado se plantó en el Postigo del Aceite y denunció los desconchones del Arco. Aplicando el libro de estilo de Zoido, pero con menos estilo, dijo que el Postigo «presenta numerosos desprendimientos de las capas de mortero y de pintura que la cubren, y no podemos permitir que un monumento declarado Bien de Interés Cultural y que se encuentra en una de las principales zonas turísticas de la ciudad esté tan abandonado». A doña María del Mar la han dejado de guardia como al arroz pasado de los bares: «Pá cogé esconchones».

Pues siento mucho disentir con la política del PP sobre el Postigo. Mire usted, doña María del Mar: a la gente del Arenal, el Arco del Postigo nos gusta así, con sus desconchones de toda la vida. El PP no sabe ni papa del Postigo, por mucho que El Pali lo votara. De toda la vida de Dios los desconchones han formado parte del Arco del Postigo y le han dado su encanto. Mucho antes que Adolfo Domínguez dijera que «la arruga es bella», los hermanos de la Pura y Limpia sabemos que el Postigo, sin desconchones, ni es Arco ni es ná. Si le quitamos los desconchones al Arco es como si no tuviera al lado el nutricio olor de los calentitos de Angela o la divina vecindad de la Pura y Limpia. El desconchón es bello. ¿No quieren que Sevilla se parezca a Venecia a efectos de convertirla en un parque temático para los turistas zarrapastrosos en calzonas y con la botella de agua en la mano? Pues Venecia está llena de desconchones. Los turistas van a Venecia mayormente a ver desconchones. El desconchón da el encanto veneciano de la decadencia. Goya decía que el tiempo también pinta. El desconchón hace más decadentemente bello al Arco, con esas texturas casi pictóricas, como un cuadro de Manolo Millares. Y además, que si se quitan ahora los desconchones, ¿qué vamos a encalar cuando llegue ese verdadero pregón de la Semana Santa que son los zancos, las escaleras, las escobillas y los cubos de pintura? Hasta que no se acerque el Gran Poder, el Arco está como tiene que estar: con sus desconchones de todo el año de siempre.

 

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