ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Elogio del calor (sin alerta roja)

¿Saben dónde hace más calor de España? ¿En Écija, donde se parte en la acera un huevo y se fríe solo? No. Donde hace más calor es en el telediario, cuando la Agencia Estatal de Meteorología se pone a meternos el miedo en el cuerpo con la dichosa moda de la alerta roja, de la alerta amarilla y de todos los colores de las alertas de calor. ¡Cuánto cuento con las alertas! ¿Saben qué impresión me da? La misma que los linces de Doñana: que de la camelancia de la alerta roja de la calor vive mucha gente que tiene que justificar el sueldo y por eso crean esta psicosis. Auténticas alarmas sociales. La gente lo ve en la tele y se ve en la obligación de que le dé el telele con la calor. Cuando esta calor de agosto es la que ha hecho siempre, y no nos metían el miedo en el cuerpo con tanta alerta roja. No sé por qué no le han puesto mejor «alerta facha» en vez de «alerta roja», que metería todavía más miedo en el cuerpo a sus votantes. Total, alerta roja, lo que de verdad se dice alerta roja, cuando las encuestas dicen que el PSOE puede ganar otra vez, que vienen, que vienen... Eso sí que es una peligrosa alerta roja, que no me vengan con el cuento chino de la calor de toda la vida.

Esta calor de alerta roja es ni más ni menos que la que ha hecho siempre en Sevilla. Cuando, además, no había un aparato de aire acondicionado en cada ventana. ¿Por qué se creen que se miraba en el río la niña a la que le decía la copla que no debía hacerlo? Por la calor. Como en tiempos de Rafael de León no había aparatos de aire acondicionado, las niñas se tenían que asomar a la ventana. No era para mirarse en el río, como dijo el poeta: era para tomar el fresquito. Temperaturas más altas ha hecho en el mes de agosto en Sevilla siempre, y no por eso se dejaban de descargar barcos en el muelle, a brazo. Y en las casas, se tenían que aviar todo lo más con un ventilador comprado en La Llave de la calle Cuna o a plazos en Créditos Rucas. Y con el búcaro y la sandía, vulgo asendía. O con inventos fundamentales como el cine de verano y su selecta nevería. Y en el campo, igual. En el campo no había cosechadoras ni tractores con aire acondicionado, y se segaba a mano. Y los hombres, con el sol alto y sin más aire acondicionado que un sombrero de palma, se ponían con toda la calor en la era, para trillar y aventar el trigo. Y no se moría nadie por un golpe de calor.

Ésta es otra, el famoso golpe de calor, tan de moda. ¡Lo que les gusta a los de la alerta roja que alguien la palme por un golpe de calor! Del que estaba buscando las tablas y la espicha, dicen al momento que ha muerto por un golpe de calor. ¿Y las clásicas insolaciones? ¿Qué ha sido de las insolaciones? ¿Por qué a nadie le da ya una insolación, si dicen que hace tanto calor?

No sé la inquina que los telediarios tienen contra una seña de identidad de Andalucía como el calor y la calor, los calores y las calores. Con la calor, y con los actuales medios para combatirla en el coche, en casa, en la oficina y en las tiendas, no se debe crear alerta alguna. Alerta, el frío y la nieve, eso sí que es de alerta. Por mucha calor que haga, ni se cierra Barajas ni se colapsan las carreteras, como con la nieve, y la vida sigue igual, que canta el recién casado Julio Iglesias. Y en cambio cuando caen cuatro copos de nieve de nada, ya ve usted la que se forma. Sin que los tíos de la alerta de la calor, además, hayan podido predecirlo con su alarma social. La calor no deja a nadie atrapado en las carreteras ni en los aeropuertos. Con la calor, esa parte del colapso de circulación se la dejamos a la Vuelta a España.

 

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