ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Muerte Pelona rapada al cero

Como si los nacionales nunca hubieran entrado en Madrid; como si el general Vicente Rojo nunca hubiera perdido la final Batalla de Peñarroya, en la que entraron en combate casi el doble de tropas de las que actualmente tiene el Ejército, estos revanchistas removedores de fosas comunes se empeñan en repetirnos el Parte de la Derrota: «Españoles, la guerra no ha terminado, os vais a enterar del juego que nos van a seguir dando los que la perdieron, la de votos que vamos a arañar ahí, sublevando otra vez la sangre ya olvidada».

El hijo de un comandante del Regimiento de la Guardia del Caudillo, cuyo nombre no hace al caso, un hombre gris puesto por carambola al frente de una tierra de sol, en aplicación de la reescritura de la Historia del citado Parte de la Derrota, en este momento de crisis, cuando en las arcas públicas no hay un duro, como tantos descendientes del Desfile de la Victoria pasados a los rojos que han decidido que el Ejército nacional perdió la guerra, va a dar 1.800 euros a cada mujer vejada o represaliada por el Movimiento. En esta España de la burocracia, donde para abrir un negocio te tienen un año presentando papeles, no es necesario documento histórico de prueba alguno para que compren el voto de las presuntas represaliadas y rapadas al cero, al precio de 1.800 euros el sufragio. Basta una declaración jurada o la de un testigo, aunque sea más falso que los avales de Trini.

Gracias a la concordia de la Transición y a la reconciliación nacional que no propugnaba ningún facha, sino Carrillo y el PCE, todos nos habíamos olvidado ya de las mujeres peladas al cero a la entrada de los nacionales, de las muchachas a las que los falangistas daban aceite de ricino. Esas mujeres, esas muchachas, han tenido ya que morir todas, por ley de vida. ¿A qué rapadas al cero van a dar los 1.800 euros? Como no sea a la Muerte Pelona... Tras el memorable concierto de coplas de miel y caramelo que daba la otra noche Juan Antonio Valderrama en la Bienal Flamenca en memoria de su padre, Juanito Valderrama, su hermana María Valderrama me hacía la pregunta del millón sobre la compra de votos a 1.800 euros el pelotazo de perjurio de declaración jurada:

—Como tú sabes, que hiciste la biografía de mi padre, yo nací en 1938, en plena guerra, y en Jaén, en zona roja. Tengo ahora 72 años. Y yo no me acuerdo de haber visto por la calle a ninguna mujer pelada al cero por los nacionales, ni a ninguna a la que dieran aceite de ricino. ¿A quién le van a dar entonces los 1.800 euros, si todas aquellas mujeres han tenido ya que morir? ¡Qué ganas de revolver el odio otra vez!

Echo las mismas cuentas que la hija de aquel soldado republicano del Batallón Fermín Salvoechea que se llamaba Juan Valderrama Blanca. Supongamos que los nacionales, en la toma de las últimas ciudades en 1939, vejaban incluso a las muchachas de 16 años, y que las rapaban al cero. Una muchacha que en 1939 tuviera 16 años anda ahora por los 87. Como no vayan por los geriátricos buscando pelonas represaliadas, yo no sé dónde van a rascar esos votos a 1.800 euros el pelotazo... Aunque sé de una amiga que quiere sacar tajada. Con el mismo cinismo con que estos revanchistas reinventan el odio para rascar votos, me llama y me dice:

—Oye, en los años 50 mi madre nos daba purgantes de aceite de ricino muchas mañanas antes de ir al colegio. ¿Tú crees que puedo presentar una declaración jurada y pedir los 1.800 euros como represaliada? Yo soy una represaliada del franquismo. Pues anda que no estaba malo el aceite de ricino, puaf, qué asco...

 

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