ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los paseantes de Sevilla

Tomo de la biblioteca la antología de viajeros extranjeros por España que publicó Aguilar y que compré en la delegación de la editorial en García de Vinuesa, cuando el amable señor Guerrero nos abría a los estudiantes una cuenta y sacábamos libros que íbamos pagando a plazos. Sí, Guerrero fue mi ditero de la cultura, y maestro de toda una generación de libreros sevillanos. Tomo esos tomos de la Colección Obras Eternas encuadernados en piel e impresos en papel biblia, y me dejo llevar del espíritu de esos viajeros, románticos, ilustrados o contemporáneos, para mirar a Sevilla con retina extranjera, como en una puesta al día de la visita del embajador Andrea Navaggiero. Y pongo este título, que suena a novela de un hispanista francés con disciplinantes, «Los paseantes de Sevilla», cuando miro las calles del centro en estos días del puente del Pilar.

Los puentes... Los puentes son ahora la gran industria de Sevilla. La más rentable. No hablo del Puente del Alamillo, ni del Puente del Centenario, ni del Puente de la Barqueta, ni del Puente de los Bomberos. Hablo de los puentes turísticos del calendario. El Ayuntamiento, a fin de promover la reactivación económica de la ciudad, debería pedir al Gobierno de la nación que reforme totalmente el calendario, a fin de que cada mes haya un puente. O dos. ¿Cuánto dinero le entra a Sevilla en cada puente? ¿A que un buen puente es, a efectos de registradora, como un día de Semana Santa, querido Rogelio de Trifón? Los hoteles se llenan al 90 por ciento de turismo interior, pero eso no es nada comparado con la hostelería. Las que se llenan de verdad son las barras de los bares, con el «llena aquí otra vez y qué tapita nos puedes poner ahora». Si Emilio Carrillo estuviera todavía en el Ayuntamiento, seguro que sacaba la estadística municipal del dinero que ha dejado en Sevilla el Puente del Pilar, y la estimación económica de lo que van a dejar el Puente de Todos los Santos y el Puente de la Purísima.

Sevilla se llena de paseantes. Este turismo interior de los puentes ¿viene a ver Sevilla o a estar en Sevilla? Yo creo que pagan por estar en Sevilla. Por envidiarnos a los sevillanos. Ven la imagen histórica, simpática, abierta, de la ciudad. A Sevilla no tienen que sufrirla ni que padecerla como nosotros. Se van todos encantados después de pasear la ciudad, de patearla. Antes sólo te encontrabas turistas a plano desplegado por el Barrio de Santa Cruz. Ya están por toda Sevilla.

Esos paseantes no me preocupan, me da alegría verlos, al menos hay algo que funciona y tiene actividad económica. No todo va a ser paro y barquinazo de tienda o de negocio. Los que me inquietan son los verdaderos paseantes de Sevilla. Los desoficiados que cuando haya acabado el Puente del Pilar seguirán poniendo de bote en bote la calle Tetuán, la Avenida, la calle Asunción. Venga barzones. Y en horario laborable. ¿Pero esta gente no trabaja? Y sin comprar nada. Ni una sola bolsa de compra en la mano. Dicen que las calles de las ciudades del Tercer Mundo son las que están acolapsadas en horas laborales. Que en las sociedades avanzadas, a las horas del paseo mañanero de aquí están todos trabajando, estudiando o en sus labores. ¿Hay tanta crisis porque las calles están llenas de gente paseando, sin doblarla, o las calles están llenas de paseantes porque hay crisis y todos están en el paro? ¿Calles llenas, bolsillos vacíos? Y voy a lo de siempre. Ni por Tetuán, ni por la Avenida ni por Asunción verá usted a un solo chino paseando sin hacer nada.

 

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