ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Hablemos del jamón

Aunque esto sea una democracia con todos sus avíos, vivimos en la dictadura de las minorías. Parece increíble, pero en España las mayorías empiezan a tener miedo de las minorías. El principio democrático del respeto a las minorías ha sido cambiado aquí por el acoso a las mayorías. Si usted es, con una inmensa mayoría de españoles, católico, échese a temblar, pues el día menos pensado lo condenan a la hoguera las inquisitoriales minorías de agnósticos y practicantes de religiones que aquí son raritas. Es lo que le ha pasado en La Línea de la Concepción a don José Reyes Fernández, profesor de Geografía en un Instituto que, en prueba de cuanto digo sobre la dictadura de las minorías, no sé cómo se sigue llamando milagrosamente «Menéndez Tolosa», si don Camilo Menéndez Tolosa fue un ilustre militar que en la guerra combatió en la IV Brigada Navarra, no en  el Quinto Regimiento, y luego no estuvo exiliado en México, sino que fue jefe de la Casa Militar del Generalísimo, procurador en Cortes y ministro del Ejército con Franco.
El profesor Reyes Fernández estaba dando su clase sobre los distintos climas de España y comentó que el frío de Trevélez, en la sierra de Granada, favorece la curación del jamón. Un alumno musulmán consideró que el ejemplo era una ofensa para su credo. Se chivó a su familia, que lo denunció. Y la Policía se personó en el Instituto para interrogar al profesor: que cómo es eso de hablar del jamón ante un alumno mahometano, hombre, si por lo menos se hubiera usted metido con el Papa por la pederastia...
El lance campogribaltareño del jamón me llena de miedos. Como todas las Pascuas, le he regalado un jamón a mi apreciado notario de cabecera, a don Pablo Gutiérrez-Alviz, pero hogaño me he tentado la ropa antes de hacerlo. He pensado: ¿habrá una secretaria mora, no mora de la morería, sino mora de la notaría, en el despacho de don Pablo y me denunciará por atentar contra su credo, obligándola a recoger el jamón que con un propio envío tradicionalmente por las Pascuas al ilustre fedatario? A punto estuve de pedirle a don Pablo la fe de bautismo de todo el personal de su notaria antes de mandarle el ibérico de bellota, a fin de evitarme complicaciones judiciales por mi apología del jamón de cerdo.
Menos mal que Los Beatles de Cádiz, la histórica comparsa gaditana de Enrique Villegas, ya están sólo en las antologías. Si no, a la prevención iban, por cantar en su popurrí el remedo del «Hablemos del amor» de Raphael con aquella letra memorable: «Hablemos del jamón, un año más,/ de la primera vez/ que lo comimos,/ hablemos del tocino,/ hablemos del cochino,/ hablemos del jamón/ un año más...». Nada, del jamón no se puede hablar, por la dictadura de las minorías. Ni cantar, como el trío gaditano del Gran Visir, Lore y Ramoni con su popurrí del «Se nos rompió el amor» de la Jurado: «Se nos acabó el jamón/ de tanto usarlo,/ de tantos cuchillazos sin medida,/ de cortarlo a taquitos pal puchero,/ se nos quedó en los huesos un buen día...».
Y sin salir ni del Carnaval ni de Cádiz, parece que el escolar musulmán de La Línea ha hecho suyo el estribillo del cuarteto del Peña: «No me tires bocadillos de jamón, que me puedo mosquear». El chaval se ha mosqueado bastante. Aunque no sé de dónde sacan los mahometanos eso de que hablar del jamón ofenda a su credo. El Corán prohíbe, en efecto, el cerdo. Pero ni de Jabugo, ni de Guijuelo, ni de Trevélez dice absolutamente nada.
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