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Sevilla sigue fiel a sus invariantes castizas. Sigue rompiendo la lógica, como en los casos tan citados de que el Pasmo de Triana, Belmonte, nació en la calle Feria y el torero de la Alameda, Chicuelo, en la calle Betis. Que los seises son diez. Que el Mudo de Santa Ana salía con Las Siete Palabras. O que un minusválido, Enrique el Cojo, fue maestro de bailaores. Ahora padecemos un Plan Centro que ni es Plan ni es del Centro.
El Plan Centro no se llama en verdad así. Eso es un mote que le han puesto. En la moda progre de las chuminadas de la movilidad de la sostenibilidad y de la sostenibilidad de la movilidad, esta estocada hasta la bola contra vecinos y comerciantes se titula oficialmente «Plan de Ordenación Viaria para la Protección de la Zona Monumental», ¡toma ya! Nadie lo llama así. Porque eso es un embuste. El Plan no protege la zona monumental, contra la que se hartaron de hacer perrerías. Hombre, un buen Plan para la Protección de la Zona Monumental hubiera sido no permitir el disparatón de las Setas en la Encarnación. O que con la Piel Sensible no se hubieran despellejado la Plaza del Pan, la Plaza de la Pescadería y La Alfalfa. O que hubieran dejado a la Alameda como estaba, divinamente y sin tanta gentuza modernosa, sino con su granujerío de toda la vida.
Y de Ordenación Viaria, el Plan no ordena nada. Desordena. Como desordenó Sevilla entera la Máquina de Estrechar Calles y la destrucción de aparcamientos por el dichoso carril bici. Si de verdad fuera un Plan, habría ordenado que antes de cortar la circulación intramuros hubiesen construido los estacionamientos subterráneos que fuera menester. Y no han hecho ni uno. Y el Plan debería haber previsto no esa mierda de tranvía, sino autobuses eléctricos que dejaran en el verdadero Centro a las personas mayores y a los que andan mal de los pinreles, a las señoras con cochecito de niño chico y a los que ahora tienen que volver porteando a pulso los paquetones que han comprado en las tiendas clásicas de Francos o Cuna.
Esto en cuanto al Plan que no es Plan, sino «¡Qué Plan, Mariaquetajo!», que decía Rocío Jurado. Y en cuanto al Centro, se han inventado el Centro. Y todos tragan. Leí en un diario digital esta noticia: «Herido grave en una vivienda en el Centro». ¿Y sabe usted dónde era la vivienda? Pues en la calle Duque Cornejo, que no es el Centro, sino San Julián. Centro, Centro, lo que se dice Centro, fue siempre en Sevilla sólo lo que va de La Campana a la Catedral: Sierpes, Cuna, Tetuán, Sagasta, Cerrajería, El Salvador, la calle Francos, la Plaza Nueva, la Avenida. Cuando la gente decía que iba al Centro, iba a las calles de la Carrera del Corpus, aproximadamente. Ahora no: para estos señores, Centro es todo el casco antiguo intramuros. La Encarnación es Centro, y Santa Catalina es Centro, y Los Humeros es Centro, y la Alameda es Centro, y la Puerta Osario es Centro, y la Puerta Carmona es Centro, y la Judería de San Bartolomé es Centro, y La Feria es Centro y todo así. No contentos con cargarse a Sevilla, con degradarla, con envilecerla, con convertirla en la Ciudad de la Gentuza, han destruido, con su encanto, aquel concepto de geografía urbana tan claro: la Sevilla histórica estaba compuesta por las calles del Centro y por los barrios intramuros, con sus propios nombres, muchos de ellos coincidentes con las parroquias. Pues nada, señores: ni barrio de la Feria, ni barrio de San Lorenzo, ni barrio de la Macarena. Para estos señores todo es Centro, tierra de infieles. Y con el Plan Centro, dicen: «¡A por ellos, que los muy mamones votan al PP, y que ocupen el Centro las hordas canis de los barrios, que no compran ni un chupachú!».
