ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Consulte al farmacéutico

Si en esta ola totalitaria de prohibicionismo que padecemos (y que va a terminar haciendo liberal a Franco) tanto velan por nuestra salud que acabarán fusilando a quien ose encender un cigarrito al lado de un niño chico, no sé a qué viene la barra libre de publicidad farmacéutica de medicinas sin receta que nos ametralla desde la TV. Cuando peguen una sentada ante la tele a la hora de la cena, hagan la prueba. Provistos de papel y lápiz, anoten un palito cada vez que la pantalla se ponga en azul y aparezca el aviso: «Lea las instrucciones de este medicamento y consulte al farmacéutico». En un «Volvemos en 5 minutos» cualquiera de pausa publicitaria, en ese papel en blanco usted hará más palitos que muescas de combois malos abatidos tenía Gary Cooper en las cachas de su Colt 45 en el cine de verano del pueblo. ¡Qué cantidad de publicidad farmacéutica, Dios mío de mi alma! Yo no he visto más anuncios de medicinas que en la televisión de esta cuesta de enero, mes de los resfriados mal curados... quizá precisamente por las automedicaciones que fomenta esta peligrosa publicidad indiscriminada, que no sé por qué no prohíbe este Gobierno que nos organiza la vida en todo y todo lo controla.
Hay anuncios de medicinas maravillosas y de remedios prodigiosos contra los dolores de espalda, contra el ardor de estómago, contra el estreñimiento, contra las varices, contra el insomnio, contra la urticaria, contra el nerviosismo y por supuesto contra las almorranas. Qué ordinariez, anunciarte un ungüento para las almorranas cuando estás comiendo... Menos mal que tienen la delicadeza de llamar a las almorranas por lo fino: hemorroides. Y de remedios para adelgazar tras el hartón de polvorones de las Pascuas, ni te cuento. Desde cremas prodigiosas que te quitan la barriga mientras duermes a pócimas espantosas, que deben de hacer muchísimo daño, porque proclaman que anulan la asimilación de grasas por el organismo, qué barbaridad. A este paso, pronto veremos que anuncian hasta píldoras para la eutanasia más feliz del mundo. Eso sí, con la advertencia final sobre fondo azul: «Lea las instrucciones de este medicamento y consulte al farmacéutico».
A mí me extrañaban las colas que había en la botica de la esquina cada vez que iba con mi recetita del Seguro. Ahora me lo explico. No es que en el barrio hubiera entrado una epidemia; es que la gente, que le hace tanto caso a la tele, iba a consultar al farmacéutico, como está mandado, para ponerse hasta la corcha de medicinas sin receta. ¡Pobres farmacéuticos, la que les ha caído encima, como vaya a consultarles todo aquel que se automedica en la contradictoria barra libre de botica de esta España de las prohibiciones!
¿Y los médicos, no tienen nada que decir contra esta publicidad que se los salta a la torera? ¿Por qué hay que consultar al farmacéutico y no al médico? ¿Cómo la Organización Médica Colegial calla ante el bombardeo absurdo que invita a la peligrosísima automedicación o, lo que es más grave, puede provocar que quien tenga una enfermedad mala, mala, mala, se disfrace los síntomas con cuatro pastillitas y dos jarabes, y que cuando el mal dé la cara de verdad ya no haya remedio? Hombre, puestos a prohibir, que prohíben hasta las bolsas de plástico del Carrefour y del Mercadona, que no le hacen daño a nadie, mejor que acaben de un decretazo con esta invitación continua a que nos automediquemos. La solución está quizá en la chuminada de la Igualdad. A ver si por lo menos prohíben esos anuncios porque al final dicen «consulte al farmacéutico» y no «consulte al farmacéutico y farmacéutica».
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