ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Incinerarse en La Algaba

Quizá le habrá ocurrido a usted, que va al tanatorio de San Jerónimo o al de la SE-30 a dar la cabezada por la muerte del padre de un amigo, y cuando pregunta cuándo es el entierro, le dicen:
—Habrá un responso aquí a las 5 de la tarde, pero se lo llevan a La Algaba para incinerarlo al pobrecito, porque aquí en Sevilla, como están averiados los hornos del cementerio, no nos daban hora en el crematorio hasta dentro de tres días.
Y No Passsa Nada. Y los dolientes sevillanos, tragando, sobre el dolor de la muerte del ser querido tienen que aguantar con esta tribulación de tener que llevarlo a incinerar a La Algaba, a Utrera, a Dos Hermanas, a Coria. Sobre todo a La Algaba. Miren las páginas de las esquelas, que no me dejarán por embustero. Las incineraciones de Sevilla se hacen ahora sobre todo en La Algaba, como antes en Utrera o en Coria.
¿Por qué? Pues porque desde antes del verano están averiados dos de los tres hornos crematorios del cementerio de San Fernando, a pesar del dineral que se gastaron en poner unas nuevas zonas de espera, que aquello parece un polideportivo. La avería es gorda y no es de Sevillana, como en la historia que contaba El Beni de Cádiz de cuando se fue la luz en el barco «Poeta Arolas» y llegó Agustín el Melu a arreglarla, sin tener idea de electricidad. La avería es gorda porque, como digo, dos de los tres hornos crematorios no funcionan y arreglarlos cuesta 300.000 euros, que son 50 millones de pesetas. Dinero que este Ayuntamiento que se gasta el dinero en tantas chuminadas no tiene, y que ha tenido que pedir a la Junta, con cargo al Plan Proteja. Y que en la ciudad de los contratos de dedo entre los amiguetes tienen que sacar a concurso, por lo que estamos, como digo, desde comienzos del verano con un solo horno crematorio. Según denunció la UGT del cementerio en junio, de las teóricas 18 incineraciones diarias que tendrían que hacerse, el único horno de que se dispone sólo puede realizar 3. De ahí esa caravana de coches fúnebres hacia La Algaba y las molestias y disgustos de los familiares que encima de haber perdido a un ser querido tienen que pasar este calvario de andar con sus restos por las carreteras de la provincia. Hasta en Utrera han tenido que incinerar a algunos sevillanos.
Esto de La Algaba me ha hecho recordar unas sevillanas de humor negro, quizá de Pepe el Limpio, que cuando era chico me cantaba mi tía María Belinchón:
Santiponce y La Algaba
durmieron juntos
porque les daba miedo
de los difuntos.
¿Sería una copla popular de cuando a mediados del XIX se inauguró el cementerio municipal de San Fernando? Quién le habría de decir al anónimo coplero que a comienzos del siglo XXI a La Algaba no sólo no le daría miedo de los difuntos de Sevilla, sino que habría de tener un rentable negocio con su incineración.
En este tiempo en que el hombre pone sondas espaciales en Marte y saca a los mineros atrapados desde las entrañas de la Tierra, aquí en Sevilla no somos capaces de reparar dos hornos crematorios. En vez de tanta demagogia del «Ciclovida» para cortar la Ronda, mejor que se ocuparan del «Ciclomuerte». El ciclo de la muerte en Sevilla, por culpa de estos gobernantes incapaces, acaba en La Algaba.
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