ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Chivatazos

Hay una Sevilla real, la de las calles sucias, el crematorio sin funcionar, el centro convertido en gueto, los gamberros destrozando cuanto pillan y el Ayuntamiento derrochando el dinero. Hay una Sevilla ideal, soñada, que evocamos cuatro gatos que nos exponemos a que los arrimados al perol, los de la Gauche Caviar y los paniaguados y palmeros del poder nos llamen rancios y fachas. Y hay una tercera Sevilla, la virtual, la de Internet. La de los sitios cofradieros. La de las páginas dedicadas a Sevilla. La de Facebook y Twitter. Y la de los blogs. ¿Cuántos blogs sevillanos hay en Internet?
El doctor Celso Pareja-Obregón acaba de poner el suyo («Casos Clínicos», www.doctorparejaobregon.blogspot.com) y nos lo ha comunicado a los amigos. Que al visitarlo hemos comprobado el arte que chorrea la familia Pareja-Obregón. Hay que tener todo el arte de su tío Juan de Dios el de los pregones o de su tío Manolo el de las sevillanas para presentarse como lo hace en su blog el doctor Pareja-Obregón: «Licenciado en Medicina. Especialista en Medicina Interna. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que peor canta del mundo. Ronco a compás de martinete.» Y con ese arte, pone un texto que me ha maravillado, porque lo suscribimos muchos. Lo leo precisamente el día en que la Facua, con su tufo totalitario, se jacta de haber presentado siete mil millones de denuncias por el fumeque. Y dice Celso Pareja-Obregón: «Tiene cojones el consejo que nos dan a los ciudadanos nuestros gobernantes: que nos convirtamos en delatores, en soplones rastreros, de aquellos negocios que no cumplan con la normativa de prohibir que se fume dentro de sus cuatro paredes, ¡que los denunciemos, vamos! Se me ocurre lo siguiente: aprovechando el consejo de denunciar situaciones sancionables por no cumplir normas establecidas, podíamos entre todos ampliar el espectro de denuncias, pero aplicadas a nuestros políticos y gobernantes. Señores, a denunciar:
—Usos abusivos de coches oficiales para traslados personales y familiares, con chófer, a cargo del contribuyente.
—Ausencias injustificadas y mantenidas de sus puestos de trabajo, plenos, consejos, reuniones parlamentarias, etc.
—Gastos de representación, dietas, teléfonos móviles usados fuera del horario de trabajo, Internet, tarjetas Visa con cargo a quién sabe dónde.
—Desayunos, almuerzos, meriendas, cenas y mariscadas que no sean apoquinadas con su propio dinerito, como todos los demás españolitos de a pie.
—Asistencia a espectáculos, fútbol, toros, ópera, etc. con entradas de balde, sin pasar por taquilla, por mi cara bonita, porque me lo merezco.
—Viajes subvencionados con excusas descacharrantes, a cualquier sitio del mundo, pagados con dinero de otros.
—Creación de observatorios, asesores y otros chanchullos donde perder el tiempo y el dinero de los demás.
—Colocaciones de familiares y amiguetes a dedo, aunque no sepan hacer la O con un canuto. Etc. ¿Seguimos con las denuncias? Yo, encantado de la vida...»
Y yo, Celso. Tanto, que aquí va mi chivatazo. Me chivo de los diputados que en la España de las jubilaciones congeladas y los sueldos de funcionarios rebajados se ponen los tíos la pensión máxima con sólo haber cotizado siete años. Eso es de época. De Época Vergüenza, como se llamaba la chirigota del Yuyu.
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