ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Borreeeeeeegos

Con lo magna que fue la Roma clásica, se equivocó con España. Los romanos llamaron a Hispania «tierra de conejos». El poeta Catulo le dijo «peninsula cuniculosa». En la época del sevillano Adriano, se acuñaron monedas que representaban a Hispania como una dama sentada con un conejo a sus pies. Era como en Asterix, pero sin locura: estaban despistadísimos aquellos romanos. Porque un cives romanus que llegara ahora a la Bética, endiquelando al personal diría que España no es tierra de conejos: es tierra de borregos. Y que la tierra de los borregos más borregos es Híspalis, a la que Catulo llamaría «civitas agnosa». Verán por qué.
El Tribunal Constitucional ha dictado sentencia en la que ordena que en Cataluña los escolares que quieran estudiar en castellano tienen todo el derecho, que la enseñanza de la lengua oficial del Reino de España tiene que estar garantizada en todos sus confines. ¿Y qué ha hecho la Generalidad? Pues usar esa sentencia a modo de rollo de papel Renova, y ha continuado con la dictadura de la lengua catalana obligatoria como idioma escolar único.
El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha dictado sentencia por la que le ordena a la Junta que le abra expediente al ex presidente Manuel Chaves, porque le concedió a la empresita de su niña una subvención de 10 millones de euros (que son 1.663 millones de pesetas). ¿Y qué ha hecho la Junta? Pues decir que al pulpo ni reñirle, que de qué y de cuándo van a expedientar a Chaves, con la cantidad de estómagos agradecidos a Chaves que hay en la Junta, empezando por el propio Griñán, que le debe el puesto.
Reprendido por la Unión Europea, el Gobierno ha ordenado recortar el gasto público a todas las instituciones. ¿Y qué ha hecho el Senado? Pues de momento gastarse 4.500 euros en comprar 400 pinganillos de traducción simultánea, para que los senadores que en los pasillos hablan entre ellos en castellano hagan en la tribuna el paripé de que aquello es la ONU, con la Babel de las lenguas del Reino. Por lo que cada pleno sale a 12.000 euros en gastos de traducción simultánea con los pinganillos, que son 2 millones de pesetas por cada reunión de los gachés. ¡Tequiyá, contención del gasto público!
Y mientras todo esto ocurre y son insumisas hasta las propias instituciones, ¿qué pasa en Sevilla, aparte de nada? Pues que tragamos con todo lo que nos echen. Y que, mire qué casualidad, los tribunales, como en los recursos contra el Plan Centro, siempre fallan a favor del Ayuntamiento. Y aceptamos ese Plan Centro como borregos. No ha habido ni un solo conductor insumiso que diga que entra porque es médico y tiene que hacer una visita domiciliaria. ¡Todo el mundo tragando con el Plan Centro, en la España donde la Generalidad y la Junta se pasan las sentencias judiciales por donde dijimos y el Senado hace de su pinganillo un sayo!
Nos aguantamos con el Plan Centro. Nos aguantamos con que prohíban las bolsas de plástico en el Carrefour y salimos con la compra como unos desvalijadores de supermercados. Nos aguantamos con la Ley Antitabaco y cogemos unas pulmonías horrorosas fumando a la puerta de los bares como unos cabritos. Y nos aguantamos con todos los caprichitos del Tío de la Mariscada, como la mamarrachada de cortar la Ronda cuando quiere con su Ciclovida, para que patinen por allí los hijos de unos camaradas que él ha colocado en el Ayuntamiento. ¿Saben ustedes qué somos los sevillanos, y me apunto el primero? Unos borreeeeeeegos.
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