ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Güenagente

Me hace mucha gracia y me entretiene bastante cuando en los programas del tomateo del corazoneo sacan el polígrafo. La palabra en sí es deslumbrante. No sé qué tiene que ver el helenismo «polígrafo» con la máquina de la verdad, que es de lo que se trata. Polígrafo es un señor que escribe mucho, con bolígrafo o sin bolígrafo. Más que El Tostao. Cuando yo estudiaba Bachillerato, el polígrafo por excelencia era «el polígrafo montañés don Marcelino Menéndez y Pelayo», que tenía nombre de Ronda que el Tío de la Mariscada corta para su Ciclovida.
En la televisiva prueba del polígrafo sientan a una lagartona que se acostó con un torero y ahora vive de contarlo, y le enchufan los cables de la máquina de la verdad. Le preguntan:
—¿Le puso usted los cuernos a su pareja con Fran Rivera?
La preguntada, indignada, responde que de ninguna de las maneras, que ella es más fiel que Peña. Que Peñafiel. Y el que maneja el polígrafo, que siempre es un caravinagre que se da muchísima importancia, responde con mucha solemnidad:
—El polígrafo dice que... miente.
Y el público, aleccionado por el que dice cuándo hay que aplaudir, pues si no, no cobran, exclama a coro:
—¡Oooooooooooh!
Bueno, pues deberían inventar polígrafos portátiles, que serían más que convenientes y útiles para andar por Sevilla. Por la falsa Sevilla. Polígrafos para aplicarlos a los falsos sevillanos. En Cádiz a los sevillanos nos llaman «los miarmas». No se enteran. Más que los miarmas, los sevillanos somos los güenagente. Todo el mundo nos parece buena gente:
—Manolo, qué güenagente eres...
Y se va Manolo. Pero no va Manolo por la esquina, cuando el que le ha dicho a Manolo que es muy güenagente le comenta al que hace veinte segundos se lo oyó:
—¡Qué pedazo de sieso manío está hecho Manolo!
—¿Pero tú no le acabas de decir que es mú güenagente?
—Es que con el peligro que tiene Manolo, cualquiera no le dice que es mú güenagente.
Ahí, ahí es donde yo querría que hubiera polígrafos portátiles, polígrafos Nokia, para saber quién dice la verdad en esta Ciudad de las Falsías. De lo que oímos al cabo del día, ¿qué porcentaje de verdad hay? Bajísimo. Hay mundos sevillanos, como el de las cofradías, donde la verdad es un bien escaso. Escasísimo. Las cofradías están llenas de Güenagentes Oficiales que en cuantito se acaban de ir pasan a la categoría de Menudo Hijoputa Está Hecho. De ahí la urgencia del polígrafo portátil. Se ponía en una casa-hermandad que yo me sé y salía echando humo, porque no estaba programado para tanta falsedad.
La falsedad es absolutamente imprescindible en Sevilla para triunfar, para brillar socialmente, para practicar el deporte local de pintar la mona y figurar, y pasar por Güenagente Oficial y Homologado. Por eso conviene ir con el polígrafo al menos en la mente, y aplicar la máquina de la verdad a tanto falso chuflón improductivo del figuroneo, que parece que te perdona la vida. Mal le va aquí en Sevilla al que dice como repetía en Jerez la abuela del pregonero Fernando Cano:
—A mí no me han parío pá hasé papeles...
Ni a mí. Y así me va en la Muy Papelona Ciudad de la Güenagente.
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