ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Vito, ojana 0,0%

Es como si tuviera ya el polígrafo portátil que deseaba el otro día y lo hubiera puesto en funcionamiento. Acabo de descubrir a un sevillano sin falsedad de ninguna clase. Como la San Miguel Sin: Ojana, 0,0%. Ese sevillano es un torero. Y qué torero: Julio Pérez Vito. Dije de él una vez que tiene planta de torero hasta en pijama. Lo dije cuando le dediqué un artículo a sus andares, al verlo por la calle Reyes Católicos con su majestuosidad de ir haciendo el paseíllo o de estar dando la vuelta al ruedo con las dos orejas y el rabo de aquel miura que mató en Cartagena.
Me llamó El Vito hace unos días y me dijo:
—Antonio, hijo, yo quiero que me dediques el artículo del lunes, porque precisamente ese día cumplo los 85 años y sería una cosa muy bonita.
Como verán, 0,0% de falsedad. Y en vez de avisar al Guinnes Book para decir que apuntaran al Vito como récord en la Sevilla de las falsedades, preferí llamar a Álvaro Ybarra y sugerirle que ABC le hiciera algo en ese día. Me contestó que Fernando Carrasco le haría una entrevista.
Ayer pudieron leer esa entrevista de cumpleaños. El Vito a lo Mingote, a lo Plácido Domingo. Un artista en plenitud a pesar de la edad. Con su planta de artista de cine, sus intransferibles andares toreros; aquella temporada con Jaime Ostos que Jean Cau narró en «Las orejas y el rabo»; junto al Litri, en «Peñalosa», comiendo unas papas con chocos y con los cabales.
Llamé ayer bien de mañana al torero para felicitarle los años, los 85 pares de banderillas que le ha puesto a la vida y de los que, como siempre, ha salido andando. Y ahí fue cuando mi polígrafo dio 0,0% de ojana. Descolgó el teléfono Julio, lo felicité, le comenté lo bien que había quedado la entrevista de Fernando Carrasco, y me dijo, óle la boca de la verdad:
—Yo creo que me lo merezco, Antonio. Son 85 años en el toro, haciendo bien a la gente, ayudando a todo el mundo, con muy buenos amigos. He sido buen hijo, buen marido, buen padre, buen hermano. ¿A que ha quedado bonita la entrevista, verdad? Yo he colocado a banderilleros, a picadores, a mayorales, yo he colocado a chóferes. Hasta a un gitano lo coloqué de guarda, para que no me robaran, y le quise dar una pistola, pero me dijo: «Guárdese usted la pistola, que me da miedo, yo me apaño con un latón y con un palo, que como oiga gente, me pongo a hacer ruido y aquí no hay quien entre». Desde los 15 años tengo una familia a las espaldas, ¿no me van a querer? Y mira cómo estoy, con una operación de fémur, que tú escribiste aquello tan bonito de mis andares de torero. ¿Sabes lo que voy a hacer en cuanto acabe de hablar contigo? Pues irme a nadar, como todos los días, de 11 a 12. Cuando has llamado estaba para irme a la piscina. Con agua caliente, ¿eh?, no con agua fría como los vascos. Cuando llego, meto el deo, y como aquello no esté a 23 grados, me ducho en vez de nadar. ¡Y la que me lían las viejas que van allí a hacer ejercicio cuando me ven! Llego, me pongo mi bata de albornoz y las viejas me dicen: «Mía el muñeco que nos han mandao...» Estoy divinamente, gracias a Dios, Antonio. Ah, y cuando veas a Curro dile de mi parte que haga como yo, que no se preocupe y que no le dé vueltas a la cabeza. Cuando se ha sido figura del toreo y se está bien a pesar de los años, no hay que darle vueltas a la cabeza...
Lo que hay que darle, querido Julio Pérez Vito, como tú, es la vuelta al ruedo de la vida todos los días.
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