ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Más que chorizos

EN el asunto de los ERES de Andalucía, actualización del «ERES mi vida y mi muerte, te lo juro, compañero» (del partido), han puesto a funcionar la máquina de hacer chorizos que sacan en cuanto hay un escándalo de corrupción. Máquina que data de los tiempos de Mienmano. Para exculpar a los de arriba y poner diques de contención a la mierda inventaron entonces dos máquinas: la máquina de los cafelitos y la máquina de hacer chorizos. La máquina de café era la que el hermano de Guerra tenía en la Delegación del Gobierno en Andalucía, donde daba un cortado tan bueno y cremoso que la gente untaba cantidades importantes de manteca colorá por sus famosos cafelitos. La otra máquina que pusieron en movimiento fue la de hacer chorizos exculpatorios y cabezas de turco. Presentaron a Mienmano como un vulgar chorizo y cargaron sobre su calva todas las culpas de la mangoleta institucionalizada, a fin de preservar a Guerra y a la cúpula del partido.

Aquella estrategia les fue divinamente y la vienen utilizando desde entonces, con su maestría demostrada en materia de propaganda y manipulación, así como de repetición de mentiras hasta convertirlas en verdad. Un poner: de la crisis (yo la llamaría ya Gran Depresión, como la de 1929) no tiene la culpa ZP, sino la Banca, que son unos mamones.

Siempre ocurre igual. En cuanto los cogen en un caso de corrupción, ponen en marcha la máquina de hacer chorizos. Cuando trincan con la manteca a uno del PP, siempre es el propio Rajoy, o por lo menos Camps, el que metía la mano en el cajón: abramos una comisión parlamentaria de investigación, al juzgado con él y que dimita este tío inmediatamente. Pero cuando trincan a un trincón del PSOE, o a media docena bien despachada de ellos, nadie de la cúpula del partido es responsable de nada, ni política ni penalmente: esto es cosa de una panda de chorizos que se aprovechaba de los trenes baratos del poder; nuestras siglas como tales no tienen nada que ver y nosotros hemos sido los primeros en quitarles el carné y mandarlos a la Fiscalía.

No, mire usted: no son unos chorizos. No son lo que entendemos por un chorizo. Yo no sé cómo no ha protestado la Asociación Democrática de Chorizos (que son los chorizos progres) y la Federación Profesional de Chorizos (que son los chorizos fachendas). No hay derecho a que se utilice la voz «chorizo» para designar a unos tíos que desde el poder se quedan con millonadas. Un chorizo es un pobre hombre que afana carteras en el Metro o siete metros de hilo de cobre para llevarlos al perista. Un chorizo es un descuidero de poca monta que nos rompe el cristal del coche para llevarse el GPS. Pero todos estos mangones de la trama del ERE de Andalucía no son simples chorizos: esto es como la Operación Malaya, pero sin Isabel Pantoja.

Quede hecho, pues, en tiempo y forma el elogio y defensa del chorizo de toda la vida. Chorizo que, además, no tiene nada que ver con Cantimpalos ni con Prolongo: no es una tripa de la matanza rellena de carne picada y adobada. Estos socorridos chorizos en que convierten a las tramas trinconas del PSOE no vienen del latín «salsicium», sino del caló «chori»: el que chora, el que roba. Pero éstos son más que unos pobres desgraciados que pasaban por allí y choraron el jamón de Morena Clara. El robador es el propio poder del partido, no sus chorizos expiatorios.

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