ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Es chino el alcalde?

Hombre, los ojos sí los tiene un poquito achinados, la verdad, ¿para qué nos vamos a engañar? Pero de ahí a decir que el alcalde es chino, media un abismo. Aunque no extrañaría que no éste, sino el que venga después del que sustituya a éste, sea ya chino. Los chinos están tomando Sevilla. Eusebio León, que con tanta gracia escribe sobre los bares en ABC, dice que sólo falta que los chinos desembarquen en las cofradías, y que igual que ya tenemos las cofradías étnicas de Los Gitanos y Los Negritos aquí el amigo Asenjo Pelegrina le busque a Los Chinitos un sitio en la nómina del Consejo.

No me extrañaría que Sevilla, un día, tenga un alcalde chino. Mientras lo tiene o no lo tiene, el alcalde, que no es chino, actúa como un chino. No es que su partido lo haya engañado como a un chino, no dándole todavía ninguna mamela en forma de cargo cómodo y bien pagado para cuando deje el sillón y el bastón: el sillón de las facturas falsas y el bastón de Mercasevilla. Al alcalde su partido, hasta ahora, sólo le ha dado bonitas palabras, como el chiste que le contó el padre de la niña de Manuel Chaves el otro día en la convención municipal del PSOE: «Alfredo, tu labor quedará en la historia milenaria de Sevilla». Lo que no dijo el padre de la niña de Manuel Chaves es cómo quedará. Quizá como García de Vinuesa, el alcalde que derribó las puertas y murallas, que quedó en la historia milenaria de Sevilla como otro de los principales destructores de la ciudad.

Digo que el alcalde actúa como chino por lo de las sillitas en Semana Santa. Los chinos, en sus bazares o en venta ambulante por el centro, en las últimas Semanas Santas nos han llenado Sevilla con sus famosas y puñeteras sillitas plegables, con las que la gente crea carreras oficiales por su cuenta y se plantifica en las aceras de modo que no hay forma de ir a ver las cofradías como aquí se han visto toda la vida de Dios: callejeando. Entre las vallas y las sillitas plegables, ya no hay forma de ver una cofradía en la calle sin que te encuentres con un tapón infranqueable, como aquellos catetos que antes se plantaban codo con codo en una acera y te decían: «No se puede atravesar, está pasando una procesión.» (No «cofradía»: los catetos dicen «procesión»).

El alcalde quiere hacer la competencia a los chinos que venden las sillitas de campimplaya para los flojos que no quieren ver cofradías andando, sino apalancados en una acera. No me lo explico: el mismo Ayuntamiento que el año pasado dio una ordenanza contra las sillitas plegables de los chinos llenará Sevilla de sillas para ver las cofradías, y el centro de obstáculos en forma de carreras oficiales de Segunda División: en las Setas de la Encarnación, en la calle San Gregorio, en la calle San Pablo... Qué sé yo el disparatón, la de sitios donde quieren poner demagógicas sillas para turistas y minusválidos... y ganar votos. Sillas absurdas, para ver a lo mejor todo lo más una o dos cofradías en un día. Lo que falta es que pongan sillas en la calle Arfe, para ver volver a las cofradías de Triana y en Francos, para las del centro. Todo se andará. Demagogia y sólo demagogia. Al sevillano nunca le hicieron falta las sillas para ver las cofradías en libertad. Me huele esto a una segunda toma del Palacio de Invierno del Centro en versión Quidiello. Verá usted cómo de aquí a nada dicen que ponen estas sillas para que no sólo vean las cofradías sentados los privilegiados que tienen un abono en la carrera oficial, y que además son todos unos fachas. Y que lo democrático es institucionalizar las sillitas de los chinos.

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