ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Nupcial Sevilla

En esa Fibes donde los pobrecitos ganaderos de bravo no pueden celebrar la Feria del Toro porque no encuentran patrocinios ni les dan subvenciones...

—¿Por qué no llamaron al niño de Chaves? ¡Qué poca imaginación! —

En esa Fibes, se celebra el salón «Sevilla de boda». A sus títulos oficiales de Leal y Mariana, o a los reales de Difícil, Falsa y Cobarde, Sevilla podría añadir el de Muy Nupcial Ciudad. Dénse un garbeíto por el centro un fin de semana. Si es por la mañana, el Andén del Ayuntamiento estará con más arroz que los Hernández de La Cigala, de la de bodas civiles que hay en el Salón Colón. Y por la tarde, verán comitivas de invitados, señores muy trajeados o de chaqué y señoras con pamelas o tocados, a lo Ascot, camino de una boda, ora en La Caridad, ora en la Capilla Real, ora en El Sagrario. Se ha puesto de moda casarse y va a tener razón la Fibes: las bodas son una floreciente industria de Sevilla, de la que viven las empresas de cáterin, los hoteles, las haciendas y salones de celebraciones, las agencias de viajes, las siete mil tiendas de vestidos de novia en torno a la Plaza del Pan y calle Cuna, las floristerías, el que alquila coches antiguos, los que hacen los vídeos, los disyoquis...

Y ahora Sevilla además se ha puesto de moda para celebrar aquí esas gamberradas hembristas institucionalizadas llamadas Despedidas de Soltera. Grupos de señoritas de toda España vienen como las locas a Sevilla cada fin de semana, a celebrar la despedida de una soltera. Por el centro de los enchaquetados y empameladas camino de las bodas, pasan las alborotadoras pandillas de las despedidas de soltera. Son como esas despedidas de soltero que visten al novio de torero para que haga el gamberrete y el payaso por ahí, pero en plan salidas y bebidas. Estaba la otra tarde sentado en la terraza del Café de Indias en la Avenida, y de pronto veo llegar a una pandilla de tías uniformadas con camisetas verdes y un megáfono. Creí que era una manifestación. Bueno, sí lo era: la manifestación del mal gusto de las tías medio borrachitas de una despedida de soltera, quizá camino de esos locales donde se les desnuda un maromo y les enseña el ya me entiendes, gritando, bailando por la calle, con algún que otro símbolo fálico en la mano. Pasaron y se fueron por Alemanes. Al poco rato, otro grupo. Ahora una de ellas venía disfrazada de novia, con velo nupcial y todo, y un ramo como de nabos en la mano. Más gamberreo Avenida adelante. Y no se acababan de ir cuando pasó un tercer grupo, el de peor gusto: llevaban como en procesión un muñeco inflable de sexo masculino. Pero de sexo tamaño XXL, resaltado más que oculto por el paño de pureza de unos calzoncillos Ocean. Algunas portaban como discos de circulación con falos de dirección obligatoria. Deben de dejar vacías las pornoschós. Gamberras totales, con malísimo gusto y mucho alcohol. Pero borderío que mete mucho dinero cada fin de semana en Sevilla como destino de las despedidas de soltera. Le dije a mi hermana, acostumbrada en Calzados Catedral a ver pasar a las tías de las despedidas dando el numerito:

—Fina, esto debe de ser la carrera oficial de las despedidas de soltera...

(Por la calle San Fernando me había cruzado antes con Pepe Torres, nuestro máximo especialista en la Rota. Y en el Edificio Vitalicio vi luego que en la Plaza Nueva ha abierto despacho Zarraluqui, el abogado madrileño de los divorcios. La Nupcial Sevilla también tiene su industria subsidiaria: la Sevilla del Divorcio.)

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