ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO
La
Corona
De vivir mi recordado profesor Morales Padrón
lo llamaría ahora como máximo experto en la Sevilla Insólita
para preguntarle si había alguna parroquia que superase a la
del Sagrario en número de cofradías. Pienso en San Lorenzo,
con el Gran Poder, La Soledad y La Bofetá, y no creo que
llegue a tantas. O en La Magdalena, con El Calvario, La
Quinta Angustia, Montserrat y quizá El Silencio, no estoy
seguro: los sevillanos hemos dejado de sabernos de memoria
los límites parroquiales, los que los antiguos llamaban
collaciones.
Pero lo del Sagrario sí que lo tengo claro, porque es la
parroquia donde me bautizaron y donde me crié. No creo que
ninguna parroquia tenga más cofradías que la de la iglesia
dedicada a San Clemente, cuya fiesta se celebra en el
aniversario de la conquista fernandina, 23 de noviembre. En
la vieja y extensa collación de la iglesia del Señor San
Clemente, que llega hasta la orilla del río y linda con San
Bernardo por los jardines del Alcázar, radican nada menos
que siete hermandades de penitencia: La Carretería, El
Baratillo, Jesús Despojado, Los Estudiantes, Las Aguas y La
Soledad de San Buenaventura, a la que los frailes
franciscos, como si fueran la Delegación de Movilidad, le
han puesto el letrero de circulación cofradiera de
"Prohibido el paso", el paso de Cristo. Aparte de estas
cofradías, por si fuera poco, la parroquia tiene en su
término otras tres hermandades que más que tales son
instituciones de Sevilla: la Sacramental del Sagrario, la
Hermandad de la Caridad y La Pura y Limpia del Postigo.
¡Cualquier cosa!
Y si echan las cuentas de las citadas, verán que he puesto
sólo seis en vez de las siete hermandades de penitencia
referidas. La séptima, como los siete Dolores de la Virgen
en este su Viernes, es la hermandad de penitencia del
Santísimo Cristo de la Corona. Que hoy sale del mismísimo
Sagrario, en este adelanto de la Semana Santa, tan
sevillano, tan de nuestra impaciencia, al que la ciudad le
ha puesto nombre de hora canónica en el coro de la Catedral:
las de Vísperas. Vísperas solemnes. Vísperas y Completas.
Hoy sale por la Puerta del Perdón una hermandad que no va a
la Catedral por la sencilla razón de que sale de la Catedral
misma, de su Sagrario parroquial, en cuyos libros, por
ejemplo, se apuntan las bodas de la Capilla Real y los niños
a los que les echan el agua (como a mí me la echaron) en la
pila de San Antonio.
Esta hermandad, con pujos de antigua, saca en su único paso
a un Nazareno de talla completa, con la Cruz al revés como
el del Silencio: el Cristo de la Corona. Apenas recibía
culto en su capilla lateral hasta que su vieja hermandad del
XVI fue restaurada en tiempos del párroco Gutiérrez Mora. La
verdad que hasta el año pasado no había visto esta cofradía
vesperal y sentí una gran alegría. Bajaba, por cierto, por
donde todas suben: por la Cuesta del Bacalao. Iba de
regreso. ¡Qué maravilla ir a ver una cofradía y no a
hartarse de ver pasar nazarenos! ¡Qué tesoro antiguo los
setenta nazarenos que saca hoy La Corona, los tramos de
cinco parejas, como antaño! Vi bajar La Corona por Argote de
Molina y me pareció estar contemplando Las Penas de San
Vicente de mis años de Bachillerato. Este año no baja la
Cuesta del Bacalao, tiene otro itinerario. Da igual. Véanla
por el mejor cahíz. O por Francos y Chapineros, con
poquísimos nazarenos y menos gente aún. Les aseguro que
entrarán en el túnel del tiempo cofradiero. Una delicia.
Porque ver una cofradía es un gozo y hartarse de ver pasar
nazarenos y más nazarenos, venga nazarenos, un tormento.
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Biografía de Antonio Burgos