ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO
El Barco
del Carbón
A las tres de la tarde del Viernes Santo,
cuando negras nubes cubrieron el Calvario, al Arenal se le
pone, mire usted si Dios es grande en el Sinaí de mi barrio,
un sol alto y antiguo. Un sol de Tendido 12. Del Postigo y
de la Cestería van llegando los nazarenos azules de la
Carretería, velazqueños. La nieta de María Galiana, con el
paladar carretero de su abuela, lo ha descubierto. Enseñaban
las Meninas a las niñas, y cuando señalaron a Velázquez, con
su negro pecho cruzado por la roja cruz de Santiago, la
verdad de los niños y de los locos proclamó:
--¡Andá, si Velázquez era de la Carretería!
Naturalmente que era. Velázquez pintó la luz de Madrid
acordándose de su sevillano cielo azul Carretería. A
Velázquez le tiraba tanto ponerse la cruz de Santiago al
pecho, hasta sin antifaz, porque era de La Carretería. De
ese tiempo en que Velázquez pintaba austrias y meninas es
esta hermandad; son estos nazarenos que lucen y relucen
azules terciopelos, dorados cíngulos y guantes negros,
cuando la campanita de La Caridad da las tres de la tarde y
al Arenal se le pone sol de paseíllo del Domingo de
Resurrección.
No hay nada nuevo bajo el sol. Hay mucho antiguo bajo este
sol. Sol de Delicias Viejas, de flores de lis, de sombrilla
de la Infanta Luisa Fernanda, del descreído Duque de
Montpensier protegiendo cofradías para que su frac no le
huela a azufre a Sevilla. Del muelle de la memoria del
Arenal va a zarpar el viejo Barco del Carbón. Es mentira que
lo labrara el Maestro Muñiz en 1922. El carretero y muy
marinero Barco del Carbón es de antes. Por lo menos de
tiempos de su primo hermano "El Real Fernando", que como en
un Domingo de Ramos estrenó el vapor en el muelle de
Sevilla. Antes que La Carreterìa sacara por vez primera la
canastilla de este impresionante misterio del Cristo de la
Salud y de la Virgen de la Luz en el misterio de sus Tres
Necesidades, los viejos costaleros que estibaban barcos en
el muelle ya lo conocían. No sabían a ciencia cierta si era
galeón a lo divino de la Carrera de Indias o vapor de llevar
la Fe hasta América. Era tan negra su caoba, sin la
marroncita nogalina falsa que luego le pusieron a lo largo
de los años a la hojarasca de sus relieves; sobre ese negro
de cisco picón destacaban tanto su dorada maroma y las
garras de sus zancos, que saltaría aquella gracia de Triana
que había en el muelle:
-- ¡Compare, esto es el Barco del Carbón!
Para mí que entonces fue cuando los costaleros empezaron a
llamarles barcos a los todos grandes pasos de misterio. Hoy
se lo volverán a llamar. De nuevo estrena La Carretería su
Barco del Carbón, restaurado y restituido hasta la
perfección del último detalle: "Como la primera vez" de la
"Cruz de Mayo sevillana" de Font de Anta. Nada nuevo bajo el
sol. Todo antiguo. Tan antiguo como el cante que vuelve a
salir del mostrador de una taberna en la calle Arfe: "A este
Arenal marinero/envidia dais, costaleros,/que lleváis muerto
en la Cruz/al Cristo de la Salud/y en la amura de un
costero/a la Virgen de la Luz,/¡óle el barco carretero!".
Y cuando suene por vez primera el llamador, tan dorado como
la maroma marinera que apresa tanta belleza antigua, quizá
se escuche una saeta que le dirá al patero del zanco de la
garra:
Media vida yo daría
por alzar como alzas tú
al Cristo de la Salud
a este cielo, tan azul...
que es azul Carretería.
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Biografía de Antonio Burgos