ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Ramón Vila y la pasta torera

Esto no es un artículo. Es la adhesión a un homenaje. El que mañana martes le dan en el torero Hotel Colón al doctor Ramón Vila, con motivo de su corte de bisturí. Si los toreros cuando se retiran se cortan la coleta, los cirujanos taurinos, cuando se van, se cortan el bisturí. O por lo menos, lo embotan, porque ya no les hará más falta para entrar por la sangrienta geometría del Triángulo de Scarpa.
Hablamos en Semana Santa de los nazarenos que ya no están, por cuya memoria la hermandad levanta el palio de la Virgen. Pero anda que los taurinos que ya no están... La de ayer fue tarde de ausencias en la plaza de los toros, ese coso al que se empeñan en ponerle el mote de su dueña, la Real Maestranza de Caballería. En el burladero de callejón donde los maestrantes, como en el palco, van de válvula a los toros, no estaba, como solía, Juan Pedro Domecq y Solís-Beaumont, el ganadero de los toros artistas, el que últimamente se había dejado una barbita como de espadachín. Y aunque en el burladero de los médicos estaba Ramón Vila, no era como jefe: era de válvula. (En Sevilla, si no entras de balde a los toros, no eres nadie.) De la plaza de los toros se está yendo últimamente todo el mundo. Se fue Curro Romero, se fue Ramón Vila. La muerte se llevó una imagen de la plaza donde veo a Pepín Tristán en el balconcillo de su banda de música, y a Diodoro Canorea en el burladero de la empresa, con Miguel Ríos Mozo y con El Potra.
Sin Ramón Vila en activo, y hasta que la afición conozca la cara del nuevo jefe del hule, al doctor Octavio Mulet, perderemos el cronómetro de la gravedad de las cornadas. En la plaza de los toros, la importancia de las cornadas se media por lo que tardaba Ramón Vila en volver al burladero. Decía la afición:
-- Pues el tabaco ha tenido que ser gordo, porque Ramón Vila tarde mucho en salir.
Aquel burladero vacío era como un parte facultativo anticipado. Dentro de la enfermería, Vila estaba esculpiendo su obra de arte: modelando la famosa pasta de los toreros. Sobre la que ha hablado, en estos días de su retirada. Ramón Vila le ha puesto nombre a la pasta de los toreros: es el pundonor, la vergüenza, el querer tirar para adelante. Y se lo he escuchado en comparación con los futbolistas. ¿Usted ha visto las caras de dolor irresistible que ponen los futbolistas ante un simple esguince, lo que en Sevilla se llama dejince? Con una patadita de nada que les endiñen, qué teatro, qué paripés, cómo se retuercen en el suelo. Y en cambio los toreros, por muy gordo que sea el cornalón que lleven, ni se quejan, ni ponen cara de dolor. Vila lo ha recordado:
-- Los toreros te dicen que abras por donde tengas que abrir y hagas lo que tengas que hacer, sin una mueca de dolor siquiera...
Esa es la pasta que Vila ha modelado durante tantos años. Evítenme citar el tópico de Pozoblanco. Se lo cambio a ustedes por la contradicción de esta España que desprecia a la Fiesta que Francia declara Bien de Interés Cultural. La Medicina Deportiva, la de los millonarios futbolistas que hacen el paripé con el esguince, está reconocida como especialidad. La Cirugía Taurina, no. Es como la que lían para sacar del campo a un futbolista lesionado: que si la camilla, que si el cochecito de golf, que si la manta de la Cruz Roja. A un torero con el cornalón lo sacan los banderilleros y los areneros como si nada. Y sin manta de la Cruz Roja. En la verdad del toreo no caben ni las mantas ni los mantas.

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