ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Enriqueta Vila

Juanito Valderrama llenó su familia de Juanes y Juanitas. Y el crítico taurino Enrique Vila, a quien el año pasado pudimos recordar por estos días con el facsímil de su Revista de Feria que publicó ABC, llenó la suya de Enriques y Enriquetas. La de Enrique Vila fue una familia de niños listos. Hay en Sevilla muchas familias de niños listos. A bote pronto me acuerdo de los Cruz Villalón, de los Cuenca Anaya, de los León Castro, de los Pérez Royo. Familias donde el uno es notario, la otra catedrática, el otro embajador. Familias de hijos listísimos, que hablan sobre todo de la entrega y dedicación de unos padres que supieron darles esa educación, esos principios, pagar con muchas fatiguitas esos estudios, encauzar esas vocaciones.

¿Y todo esto a qué viene? Pues a que una niña de los pisos de la Estación de Autobuses, a la hija de un funcionario municipal y grandísimo crítico y escritor de toros, a la excelentísima señora doña Enriqueta Vila Vilar, la hemos elegido directora en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Por absoluta unanimidad. Comprendo que la unanimidad es una ordinariez, propia de la Academia Búlgara, pero ¿quién le echa bola negra a Enriqueta? Que lo hará divinamente en la dirección de la Academia, como lo hace bien todo, empezando por su importante papel de vestal para mantener la llama de la memoria y la obra taurina de Enrique Vila. Enriqueta fue una gran delegada municipal de Cultura en el Ayuntamiento de Rojas Marcos. Para mí que la mejor desde Sancho Corbacho. Entendió por Cultura tanto lo popular como lo universitario, y nada de ese mundo quedó fuera de su Delegación, de la copla al americanismo. El monumental y riguroso «Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla» que publicó, y que ahí quedó, prueba cuanto digo. Y como americanista, Enriqueta ha desarrollado una tarea en la que tiene prestigio internacional como máxima autoridad en materias como la esclavitud, los comerciantes sevillanos con Indias o la historia virreinal de Puerto Rico.

Hay quienes tachan a las Academias de rancias y desfasadas. Será que no se han enterado del caso de Sevilla. Sin obligación de cuotas, en Sevilla las dos Academias seculares están dirigidas por dos señoras: Isabel León y Enriqueta Vila. En la Casa de los Pinelo solemos hacer bromas con «Arriba y Abajo», como la serie inglesa. Arriba está la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, los que tienen dinero. Abajo, como en la serie inglesa, los tiesos: la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Bueno, pues arriba y abajo, una gran señora al frente de cada institución. Arriba, la incansable Isabel León, marquesa de Méritos, preside Bellas Artes; abajo, la eficaz y tenaz Enriqueta Vila dirige Buenas Letras. Bellas Artes la fundó Murillo. Buenas Letras ha cumplido 260 años. Díganme si no es adecuación al signo de los tiempos, innovación, paridad y todos los topicazos de la modernidad que quieran que dos seculares instituciones estén dirigidas por dos señoras. Y sin necesidad, además, de que el Régimen haya tenido que imponer cuota alguna. Que tome nota la Junta y que de verdad ayude a Buenas Letras, por lo menos como a esas protegidísimas academias de nueva planta creadas con el carné en la boca, academias de la Señorita Pepis, donde dos compadres del partido y tres paniaguados cultitos del Régimen se reúnen, fundan la Academia de la Seguiriya, la Academia del Gazpacho o la Academia de Villanueva del Trabuco, y va la Consejería de Cultura y los pone de subvenciones hasta la corcha.

Juanito Valderrama llenó su familia de Juanes y Juanitas. Y el crítico taurino Enrique Vila, a quien el año pasado pudimos recordar por estos días con el facsímil de su Revista de Feria que publicó ABC, llenó la suya de Enriques y Enriquetas. La de Enrique Vila fue una familia de niños listos. Hay en Sevilla muchas familias de niños listos. A bote pronto me acuerdo de los Cruz Villalón, de los Cuenca Anaya, de los León Castro, de los Pérez Royo. Familias donde el uno es notario, la otra catedrática, el otro embajador. Familias de hijos listísimos, que hablan sobre todo de la entrega y dedicación de unos padres que supieron darles esa educación, esos principios, pagar con muchas fatiguitas esos estudios, encauzar esas vocaciones.

¿Y todo esto a qué viene? Pues a que una niña de los pisos de la Estación de Autobuses, a la hija de un funcionario municipal y grandísimo crítico y escritor de toros, a la excelentísima señora doña Enriqueta Vila Vilar, la hemos elegido directora en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Por absoluta unanimidad. Comprendo que la unanimidad es una ordinariez, propia de la Academia Búlgara, pero ¿quién le echa bola negra a Enriqueta? Que lo hará divinamente en la dirección de la Academia, como lo hace bien todo, empezando por su importante papel de vestal para mantener la llama de la memoria y la obra taurina de Enrique Vila. Enriqueta fue una gran delegada municipal de Cultura en el Ayuntamiento de Rojas Marcos. Para mí que la mejor desde Sancho Corbacho. Entendió por Cultura tanto lo popular como lo universitario, y nada de ese mundo quedó fuera de su Delegación, de la copla al americanismo. El monumental y riguroso «Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla» que publicó, y que ahí quedó, prueba cuanto digo. Y como americanista, Enriqueta ha desarrollado una tarea en la que tiene prestigio internacional como máxima autoridad en materias como la esclavitud, los comerciantes sevillanos con Indias o la historia virreinal de Puerto Rico.

Hay quienes tachan a las Academias de rancias y desfasadas. Será que no se han enterado del caso de Sevilla. Sin obligación de cuotas, en Sevilla las dos Academias seculares están dirigidas por dos señoras: Isabel León y Enriqueta Vila. En la Casa de los Pinelo solemos hacer bromas con «Arriba y Abajo», como la serie inglesa. Arriba está la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, los que tienen dinero. Abajo, como en la serie inglesa, los tiesos: la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Bueno, pues arriba y abajo, una gran señora al frente de cada institución. Arriba, la incansable Isabel León, marquesa de Méritos, preside Bellas Artes; abajo, la eficaz y tenaz Enriqueta Vila dirige Buenas Letras. Bellas Artes la fundó Murillo. Buenas Letras ha cumplido 260 años. Díganme si no es adecuación al signo de los tiempos, innovación, paridad y todos los topicazos de la modernidad que quieran que dos seculares instituciones estén dirigidas por dos señoras. Y sin necesidad, además, de que el Régimen haya tenido que imponer cuota alguna. Que tome nota la Junta y que de verdad ayude a Buenas Letras, por lo menos como a esas protegidísimas academias de nueva planta creadas con el carné en la boca, academias de la Señorita Pepis, donde dos compadres del partido y tres paniaguados cultitos del Régimen se reúnen, fundan la Academia de la Seguiriya, la Academia del Gazpacho o la Academia de Villanueva del Trabuco, y va la Consejería de Cultura y los pone de subvenciones hasta la corcha.

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