ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Carteristas

FERENC Szusza fue un gran futbolista húngaro que en la temporada 1972-1973 llegó como entrenador al Betis con el objetivo de ascenderlo a Primera, lo que logró al año siguiente. Y en una de las primeras tardes de gloria que le dio al Betis, la afición lo paseó a hombros, como a un torero. Los cronistas le preguntaron su opinión sobre los béticos y Szusza respondió, tan agradecido como conturbado:

—Betis tener gran afición, pero mí quitar cartera.

Me he acordado de Ferenc Szusza cada tarde de toros en la Plaza de Sevilla, al ver esas aglomeraciones para entrar por la Puerta del Príncipe o luego, cuando sacaban a hombros a Manzanares o a El Juli. Y también he pensado en Ferenc Szusza al pasear por una Feria con bulla de Semana Santa. El paraíso de los carteristas. Siempre lo son las fiestas populares. Como si tuvieran un puesto de turrón, los carteristas, nacionales e internacionales, van de feria en feria. Comienzan quitando carteras en el Carnaval de Cádiz; siguen luego en las Fallas de Valencia; vienen después a Sevilla; hacen más tarde las Ferias de Jerez y Córdoba; van a Madrid para trabajar San Isidro en Las Ventas... A pesar de los desvelos de la Policía y de los agentes de paisano entre la bulla, ¿cuántas carteras habrán quitado estos días los especialistas rumanos, sudamericanos o nacionales en la Feria de Sevilla? Cuando en las retransmisiones televisadas del Real o de la plaza de los toros acercan las cámaras a los turistas para preguntarles su impresión, temo que salte un día un guiri de la estirpe de Ferenc Szusza que diga:

—Feria de Sevilla muy bonita, pero mí quitar cartera.

El dinero es lo de menos. Las tarjetas de crédito, igual: se llama, se anulan y además el seguro cubre los estropicios. Lo malo es la documentación. Les perdono a los carteristas, si lo hacen con arte y sin violencia, hasta su virtuosismo prestidigitador en el hurto. Lo que no les perdono es la desolación indocumentada en que dejan a sus víctimas, y el follón que les originan para hacerse de nuevo con esos papeles. ¿Qué hacen con los carteristas con los documentos de identidad, con el carné de la Seguridad Social, con la tarjeta de Sanitas, con la licencia de conducir de las carteras que afanan? ¿Es que hay acaso un mercado negro de tarjetas de Adeslas o de Caja Salud? No me lo explico. Vas a renovar el DNI y escuchas al lado la historia de la señora que le dice al funcionario:

—Es que me robaron el monedero y me han dejado sin un solo papel, indocumentada.

Las jefaturas de Tráfico y las oficinas del DNI podrían dar estadísticas de los miles de duplicados de documentos que se tienen que expedir anualmente por culpa de los carteristas. Ya que estos señores del «Gobierno de España» todo lo regulan y lo ordenan, ¿por qué no ponen en todo el territorio nacional el «Buzón del Carterista», donde el rumano de turno, anónimamente, tras quedarse con el dinero y las tarjetas de crédito de nuestra cartera, deposite para ser devuelto a su legítimo dueño cuanto ahora tira a una papelera o a una cuneta, el DNI, la licencia de conducir, la tarjeta de la Seguridad Social y los carnés robados que a él no le sirven para nada, pero que a nosotros nos va a dar un por saco horrible tener que volver a sacarlos todos? En la España del paro y la crisis, ¡cuántos jornales perdidos y cuánto dinero gastado para renovar los documentos que nos han robado los carteristas!

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