ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La hora de los perros

Los perros tienen muy mala prensa en el lenguaje cotidiano. Si hay un tiempo horrorosamente malo, «hace un día de perros». Cuando a alguien le juegan todas las malas pasadas posibles le están haciendo «perrerías». Para rechazar algo desagradable: «A otro perro con ese hueso». Cuando hay muy mal olor: «Huele a perros muertos». Cuando alguien la palma solo y sin asistencia médica: «Murió como un perro». El perezoso, el que no la dobla, el flojo, es «un perro». Holgazanear es «perrear». Alguien con malas pulgas tiene «humor de perros». ¿Qué nos han hecho los pobrecitos perros para que el lenguaje le dé ese maltrato animal?

Hay que poner al día ese lenguaje. Llevar una «vida de perro», depende como se mire. Hay perros que viven como un marqués...cuando los marqueses no estaban mayormente tiesos. Hay hogares donde al perro se le presta más atención que al señor de la casa. Y en Sevilla, gracias a Dios que creó estos maravillosos animales de nuestra compañía, cada vez hay más perros bien asistidos, alimentados, cuidados, paseados, con sus vacunaciones y sus revisiones veterinarias. Más perros que no llevan precisamente vida de perros. Eso habla muy bien del nivel de educación cívica de una población, de su refinamiento y, si me apuran, hasta de sus sentimientos. No quiero ponerme ahora como Marifé, pero maldita sea la mano que mata a un perro y bendita sea la que lo cuida, le da compañía, lo saca a pasear para que haga sus necesidades, lo lleva al veterinario, le compra el pienso adecuado.

A poco amor que se tenga por los animales, me encanta pasear por Sevilla a la que llamo «la hora de los perros». Es como de 7 de la tarde a 9 de la noche. A esas horas, todo el mundo saca a pasear a su perro. Lo matizo: a esas horas, los amados perros de Sevilla sacan a pasear a sus amos, que no es lo mismo. Los libran de ver «Sálvame» o el manipulado telediario de La 1, díganme si no son generosos los perros. A esas horas, vayan por los que tengo anotados como los barrios más perroadictos de Sevilla: Los Remedios, Nervión, Reina Mercedes, Viapol. Señoras mayores con su perro, muchachas con su perro, señores con su perro, chavales con su perro, toda Sevilla está paseando al perro. Incluso hay perropaseadores profesionales que cobran por sacarlos en pandillas, con un lío espantoso de correas y collares, cada perro queriendo levantar la patita en un sitio para mear por su cuenta.

Perros educadísimos, por cierto. En todos esos barrios que he citado, con la de cientos de perros que se sacan a pasear y a defecar, es donde menos cacas de perro se ven por las calles. Tenemos los dueños de canes más cívicos del mundo, que recogen las caquitas de sus amos y señores los perrunos y tienen las aceras como los chorros del oro. Cada vez que paso por estos barrios con tantos perros paseando, me sorprenden las poquísimas cacas que dejan en las aceras. Y me acuerdo del Beni, en su Cádiz, un día que íbamos paseando y pisó una mierda de perro en la calle Columela. Y mientras se limpiaba como podía la suela del hediondo zapato en el umbral de una casapuerta, el genial Beni iba refunfuñando:

—¿Tacita de Plata? ¿Tacita de Plata? Qué Tacita de Plata ni Tacita de Plata... ¡Cádiz es donde más cagan los perros del muuuuuundo!

Y Sevilla, donde menos cagan por lo visto a la hora de los perros.

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