ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El cosario de Herrera

Vayamos por partes con lo de Herrera. Herrera es el arquitecto que hizo los planos de la que llamaban los sevillanos Casa Lonja y ahora es Archivo de Indias, prevaleciendo el contenido sobre el continente. Juan de Herrera fue el que proyectó la Lonja de Mercaderes.

Herrera es Herrera en la Onda, Carlos Herrera, que aunque digan que es radiofonista y periodista, para mí que es constructor de ascensores. Herrera Carlos, como gusta de llamarse cuando se pasa lista a sí mismo tras el madrugón, es en realidad como Eguren, Schindler, Thyssen o Itálica. Pues Herrera, en su pregón, fue el que pronunció su famosa frase de ascensorista celestial, de elevador de corazones: «¡A la Gloria, sevillanos!». (En vez de haber dicho: «¿Le da usted al tercero, por favor?»)

Esos son herreras masculinos. Y luego está la herrera, femenino y con minúscula, pescado gaditano de La Caleta preciadísimo por los aficionados a la potera y la carná, que mi recordado Felipe Martín ofrecía en su mesón del barrio de La Viña en aquel canasto de plata vivita y coleando donde puso este cartel: «Casi tós estos pescaos han actuado de extras en las películas del Comandante Custró». Óooooole.

Y está finalmente otra Herrera, femenina y con mayúscula, que es el pueblo sevillano de Herrera, en los confines de nuestra provincia con Córdoba, villa de nuestra historia. Herrera debería estar, si no en el Guinness, en el censo del patrimonio etnográfico de Andalucía, pues conserva lo que casi todos los pueblos han perdido: su cosario diario con Sevilla. El cosario de toda la vida, el que en los pueblos se encargaba de venir a comprar un corte de traje en los Almacenes del Duque según la muestra que le daba el novio que se iba a casar; y el que recogía en la Farmacia del Globo la medicina que no había en la botica del pueblo; y el que traía una grasienta talega con nutricios recuerdos maternales a los internos de los Escolapios y a las internas del Santo Ángel.

Estaba el otro día el sevillano que me lo cuenta en el tradicional y clásico embotellamiento de la calle Torneo cuando reparó que la furgoneta que tenía delante llevaba en la trasera este cartel: «Servicio diario de Herrera a Sevilla. Mensajería y paquetería». Como en los embotellamientos da tiempo para aprenderse de memoria la matrícula del coche de delante y hasta el nombre de la casa que lo ha carrozado, si es un camión, el sevillano caviló:

—Herrera es un pueblo de la Sierra Sur... Mensajería y paquetería es llevar y traer cosas de Herrera a Sevilla y viceversa... Y servicio diario es lo que hacían los cosarios, traer cosas de los pueblos y llevarlas desde Sevilla todos los días...

Y como Rodrigo de Triana gritó «¡Tierra!»; y como Arquímedes exclamó «¡Eureka!»; y como Galileo dijo «Eppur si muove», el sevillano del embotellamiento de Torneo saltó:

—¡Coño, este tío es el cosario de Herrera, el cosario de toda la vida!

Pintan ponerles motes rimbombantes a las cosas más sencillas. Tú dices que eres el cosario de Herrera y nadie te echa cuenta. Pero dices que tienes una empresa de mensajería y paquetería con Herrera y se creen que eres MRW y DHL juntos, y de Seur para arriba.

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