ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Gunilito con chistera

Uf, cómo me ha rejuvenecido volver a ver en el «Hola» a la espléndida Gunila. Ni que decir tiene que Von Bismark. La que en tiempos de la jet-set de Marbella me hizo inventar el verbo «gunilear»: salir mucho en los periódicos sin causa justificada, por la única razón de que se sale mucho en los periódicos. De la industria del gunileo vive hoy cantidad de gente, en su versión de platós. Los famosillos aparecen mucho en los platós de peaje por la única razón de que gunilean mucho en los platós de peaje. Desafiando al tiempo y tan esplendorosa como siempre, Gunila vuelve a la cresta de la ola del «Hola». De novia del verano marbellí ha pasado a madre del novio. Francisco, el niño de la fantástica Gunila y del genial Luis Ortiz, se ha casado. Por el nuevo rito, el que más se lleva. No, no es el mozárabe, ni el rito zulú de la mamarrachada nupcial de Lauren Postigo. Francisco Ortiz, el Gunilito, se ha casado por el rito del «Hola»: trincando la tela por la exclusiva. Y se ha casado por dos veces. Primero por lo civil, en Suiza, en uno de esos sitios suizos que vienen con falta de ortografía incorporada. Se casó civilmente con Elisabet Dutú Mazas en el Verwaltungszentrum de Zurich, ¡toma ya nombre!, y cobró la tela del «Hola». Y ahora se ha casado por lo religioso, en un sitio de Tenerife disfrazado de Caribe o de Caribe disfrazado de Tenerife, algo así, y ha vuelto a trincar la tela.

Aunque yo creo el Gunilito ha cobrado exclusivamente por ponerse la chistera más ridícula del mundo.

Miguel Mihura triunfó con «Tres sombreros de copa», ¿no? Pues lo del Gunilito tiene más mérito: ha dado el campanazo con un solo sombrero de copa. Y qué sombrero, Dios mío de mi alma. O sobra sombrero o falta novio. Los ingleses van a las bodas y a las carreras de caballos de chaqué y con sombrero de copa y no se les nota nada que lleven chistera, de la naturalidad con que la portan. Pero el niño de Gunila lleva el sombrero de copa de tal forma que parece que el ilusionista que se lo ha prestado se dejó el conejo dentro. Bueno, el conejo, la paloma y una granja avícola entera, qué pedazo de chistera más horrorosa. ¿Dónde la has alquilado, hijo? ¿Quedan más? ¿De qué es? ¿De auriga de coche de muerto? Ni los aurigas del coche fúnebre de Tierno Galván se atrevieron a ponerse una chistera así. Y además, con atuendo como-a-nadie-le-importa: de frac, con chaleco blanco como se debe en las bodas, pero con corbata de lazo negra, en plan Real Academia Española. Hijo mío, Gunilito, primero quítate esa chistera, que no eres Fred Astaire, y después, si vas de novio con chaleco blanco, ¿no te ha dicho tu madre que hay que llevar pajarita blanca también?

¿Y esas fotos de la ceremonia, y el tío con la chistera encasquetada durante toda la celebración? El cura casándolos, y el tío con la chistera puesta. Mira, niño, que veo que tu madre no te lo ha enseñado: cuando uno va cubierto y entra en una iglesia o en el lugar que hace de templo para cobrar por segunda vez la morterá de casarse, lo primero que hace uno es quitarse el sombrero, hijo. Salvo, claro está, que tu madre, niño, te haya pegado la chistera con loctite, que es lo que me parece. Creo que los del «Hola», si te pegas la chistera espantosa con loctite, te pagan muchísimo más por la exclusiva de tu boda. Boda que a todos nos importa por cierto un pepino. De los grandes, de los que se come la consejera de Agricultura de Andalucía.

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