ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Mi peña con Jaime Ybarra

En la Ciudad de la Guasa nos estamos quedando sin sevillanos con gracia. Sevillanos con los que puedas hablar durante media hora en absoluto camelo, sin decir nada en serio, y que te sigan la corriente. Nos estamos quedando sin gracia y sin paladar para degustarla. Lo pensaba la otra tarde en la capilla del tanatorio de la Ese 30. El cura Ignacio Jiménez decía una misa por Jaime Ybarra, que acababa de morir. Y yo le decía una frase que seguro me la escuchaba desde su tercera fila de barrera en el tendido 7 de la eternidad:

—Lo malo de morirte en Sevilla, Jaime, es que encima te dicen una misa en este espanto de capilla del tanatorio, en vez de delante de tu Nazareno del Silencio.

Cada vez me van quedando menos amigos con gracia. Como aquel Manuel Díez Crespo, que cogía Isabel el teléfono y me decía:

—Te llaman.

—¿Quién es?

—Pues tiene que ser Manolo Díez Crespo, porque me ha dicho que es Regaera el de la Murga.

Jaime Ybarra era de esta ilustre estirpe surrealista del viejo humor sevillano de la Generación del 27. Me llamaba una mañana y me decía con voz muy seria:

—Oiga, ¿es casa de don Antonio Burgos? Mire usted, aquí el presidente de la Peña El Fundi. Que como nuestro torero actúa en Pontevedra el domingo y usted sabe que el papel está muy difícil, nos queda todavía un tendido y hemos pensado que le puede interesar a usted. ¿Le reservamos también plaza en el autobús, que salimos a las 5 de la mañana desde Los Gabrieles, o se va usted por su cuenta?

Nos habíamos inventado la fingida Peña El Fundi por culpa de Pío Halcón, el hijo de mi maestro don Manuel. Pío nos reunía cada verano en una cena en su casa de Guadalmina. Un año, en la sobremesa de la terraza, repartió Pío unos puros. Malísimos. Farias o peor. Pero una vez repartidos, llegó Pío fumándose un veguero mil veces mejor que el de la convidá, un Cohibas que olía a gloria. Y con todo el descaro del mundo, le dijo a Ybarra:

—Jaime, este puro está tan bueno, que le pego una calá y me parece que estoy viendo torear a Curro...

Jaime me miró, miró nuestros puros y me sonsacó con un gesto. Y entonces le dije a Pío:

—Compare, pues con los puros tan chungos que nos ha dado usted a Jaime y a mí, le damos una calá y nos parece que estamos viendo torear al Fundi.

Aquello quedó, y en aquel momento Jaime se erigió en presidente de la fingida Peña El Fundi, con la que echamos años hablando siempre completamente de cachondeo. Cuando la memorable tarde del rabo de Curro en Antequera, en la apoteosis romerista final nos vimos sin saber cómo abrazándonos todos de alegría, con Jaime y con su amigo Luis Abril. Jaime no perdió su humor ni por su desbordante fe currista y me dijo:

—¡Lástima que al cartel le haya faltado el remate del Fundi!

Me llamaba para preguntarme si merecía la pena ir al Puerto a ver a su Morante de su alma, si, total, El Fundi no estaba en el cartel. Y le recriminaba a Canorea que no anunciara por Feria su cartel soñado: El Fundi, El Fandi y El Mangui. Óoooooole. Gracia de Sevilla pura de oliva extra virgen, como su aceite de la Y, o la mayonesa que inventó. Andalucía se ha quedado sin un gran empresario, cuyos méritos se han destacado en estas páginas. Lo mío es peor: yo me he quedado sin un gran amigo con toda la gracia antigua de Sevilla.

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