Pero a ver si en Sevilla salen los toreros a hombros con un poquito más de gracia. Yo me acuerdo de chiquillo que salir a hombros por la calle Iris no era un deshonor, sino lo acostumbrado: sacar a un torero a hombros era una fiesta. Se echaban al ruedo los aficionados y los que no lo eran, los del zotal, los noveleros, los que se habían colado en la plaza cuando abrían las puertas de la calle Adriano en la lidia del último toro y por descontado los vecinos y seguidores del diestro. Asacar a su torero a hombros se echaban al ruedo, según las partidas de nacimiento, todo Camas (¿verdad, Curro?), o toda Triana (¿verdad, Emilio?), o toda Espartinas (¿verdad, Juan?). Los que metían el hombro, los que de verdad los alzaban, eran en la mayoría de los casos los llamados irónicamente «capitalistas»: los tiesos que iban buscando los cien duros que les largaba el apoderado al dejar al torero de puerta a puerta en el Colón: de Puerta del Príncipe a puerta del hotel. Pero antes de sacar al torero a la calle, la última vuelta al ruedo era triunfal, con toda aquella gente sonriente y contentísima a su alrededor, saliendo en la foto de Arjona.

¡Igualito que ahora! Ahora la salida de un torero a hombros, hasta que llega a la mismísima Puerta del Príncipe, es lo más desangelado que hay. En esta plaza tomada por la Junta nadie se puede tirar al ruedo a sacar a hombros a su torero, como hizo Moeckel en Madrid con El Cid. No sé cómo se las avían los capitalistas profesionales para llegar al callejón y echarle mano al torero y alzarlo a hombros, quiera o no quiera, porque la propina es la propina. Y así sale esa vuelta al ruedo antes de la salida, lo más soso y triste del mundo: dos tíos con una pinta de facinerosos espantosa, como de rueda de reconocimiento, que se les ve a chorros que no son partidarios, aficionados, ni nada, y que cargan con el torero como el que da un porte. Los dos compadres solos llevan al torero para que dé la vuelta al ruedo más ridícula. Es curioso:  costaleros profesionales en las cofradías y vinieron los hermanos costaleros. En el toreo fue al revés: se acabaron los aficionados sacando a sus ídolos y vinieron los costaleros profesionales, cobrando. Ojalá ocurra en este San Miguel muchas veces como la tarde del debú de Rafael Cerro, que se echaron al ruedo sus entusiasmados coleguillas de la Escuela Taurina de Badajoz y los chavales lo sacaron por la calle Iris según el rito antiguo, y no por este triste espectáculo de la soledad del torero dando la vuelta al ruedo a hombros de dos tíos muy serios con una pinta espantosa de gorrillas de Bami. Es como si los sacaran por Seur.