ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Interpretación del atún

TENGO una pena en el alma que doctores no la curan. ¿Pues no que la Junta de Andalucía, sin avisar y sin encomendarse a Neptuno ni al diablo, ha cerrado en Barbate el Centro de Interpretación del Atún? ¿Pero estos tíos no piensan en la gente? ¿Pero no han caído en la cuenta de que cierran el Centro de Interpretación del Atún y quedamos desprotegidos, llorando por los rincones, y no tenemos ya dónde acudir para que nos interpreten el atún, con lo difícil de interpretar que es el atún, que el puñetero atún no se deja interpretar así como así? Pues nada, se quedan tan panchos. Y de paso se tiran a la mar (maera y a la Virgen cirios) los 500.000 euros del ala que costó abrirlo, ésta es la hora en que no sabemos para qué, ni por qué, ni a santo de qué (y ahora rompo a escribir completamente en serio) nos tuvimos que gastar 83 millones de aquellas antiguas pesetas que tanto en Cádiz dieron que hablar en semejante mamarrachada.
Yo me creía que los centros de interpretación eran como la parte teatral de los Conservatorios de Música, a los que les habían puesto ese nombre ridículo con la nueva nomenclatura del poder. Centro de Interpretación me sonaba a María Guerrero, a Nuria Espert, a María Galiana. Pero, como en tantas otras cosas, estaba equivocadísimo. He podido saber que un Centro de Interpretación es «un equipamiento cultural, cuya función principal es la de promover un ambiente para el aprendizaje creativo, buscando revelar al público el significado del legado cultural o histórico de los bienes que expone.» ¡Toma ya! ¿Cómo se te queda el cuerpo? De ahí que hayan surgido Centros de Interpretación de todo lo imaginable, donde se han gastado carretadas de dinero público y, eso sí, se han colocado a centenares de paniaguados, ora con el carné del PSOE, ora con el del PP.

Como en la tradición de la Monarquía inglesa, si el Centro de Interpretación del Atún de Barbate ha muerto: ¡viva el Centro de Interpretación de la Trucha! Pues si cerraron lo del atún y a ver al duque de Barbate, nos queda en consuelo de que en Velilla del Río Carrión sigue abierto el Centro de Interpretación de la Trucha para lo que gusten mandar. Cómo conforta saber la cantidad de absolutas chuminadas en que han tirado el dinero que ahora necesitamos para las pensiones y las medicinas. Apunta, nene, y aguanta la risa ante la nómina de Centros de Interpretación que quedan. A saber: Centro de Interpretación del Vino de Rioja, Centro de Interpretación de los Grabados Rupestres de las Batuecas, Centro de Interpretación del Megalítico Pirenaico, Centro de Interpretación del Metro de Madrid, Centro de Interpretación de la Avifauna, Centro de Interpretación de la Agricultura y el Regadío, Centro de Interpretación del Sacromonte, Centro de Interpretación de la Vía de la Plata, Centro de Interpretación de los Bosques de Valsain, y así siete mil millones más. Pero me entero de algunos cuya mera existencia me incita a meterme en carretera ya mismito, para no pasar ni un solo día más de mi vida sin conocerlos. Por ejemplo, el Centro de Interpretación de la Pintura Rupestre de Extremadura: yo no sabía siquiera que en Extremadura hubiese pintura rupestre. O en Albacete, el Centro de Interpretación de la Ruta «Amanece que no es poco»; lo que no es poca es la poca vergüenza que hay para tirar el dinero de esa forma. Como en el Centro de Interpretación y Sensibilización para la Paz, ¡toma del frasco!, en Albacete capital. Ahora, que nada como el Algorri Interpretazio Zentroa, en Zumaya. ¿Quién me interpreta y traduce a mí del más puro vascuence lo que significa Interpretazio Zentroa de cómo dan el cante en Zumaya, ay, cómo canta en el árbol?

 

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