ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El intercambiador

ACABO de poner en el título la palabra «intercambiador» y he caído en la cuenta de que usted se preguntará con toda la razón del mundo qué logroño es eso. Intercambiador suena como a pregón antiguo:
—¡Niña, ha llegado el intercambiador! ¡Los cercanías, los tranvías, los metros y los autobuses se cambian!
Porque tal es eso del intercambiador que suena al afilador o al tapicero de la furgoneta, cuyo pregón por el altavoz está pidiendo a gritos, como dije un día, tanto la voz de Angelillo como unos versos que alarguen y completen su proclama: «Ha llegado a esta ciudad/el camión del tapicero/y tu sofá con esmero/te lo quiere tapizar./Niña, tapizo el sillón/y los sofales de escai,/mejor tapicero no hay/en toda la población».
Un intercambiador dicen los técnicos en transportes que es lo que han puesto en San Bernardo, en Viapol, en La Enramadilla, que todos esos nombres tiene el lugar que han convertido en un caos para los conductores al hacerlo estación de autobuses. ¡Qué le gusta a Tussam una estación de autobuses sin edificio! Sevilla tiene dos estaciones de autobuses: la del Prado y la de Chapina. Las dos con edificio. Pero hay otras más sin él. Tussam ha convertido Santa Catalina en una estación de autobuses al relente. Sin el metro y sin el cercanías debajo, y sin el tranvía al lado, que es lo que han hecho en la otra gran estación de autobuses a la intemperie, lo de este intercambiador de San Bernardo, Viapol o La Enramadilla. La idea está muy bien pensada: llegas a la estación subterránea de San Bernardo, un poner, en el cercanías de Benacazón (que aunque suene a chiste de Gandía, existe), te bajas y sin salir a la calle puedes coger el metro para ir a San Juan Bajo o al Parque de los Príncipes, o puedes subir a la superficie y montarte en el tranvía para ir a la Plaza Nueva o en muchas líneas de autobús.

La idea está muy bien... si los autobuses no tardaran tanto y si el metro tuviera más líneas y fuese realmente un medio de transporte con destinos diversificados. Pero aunque el intercambiador ha sido terminado en estos días, por el ayuntamiento de los 20 concejales, 20, todo se ha hecho por el plan antiguo, tal como lo dejaron los anteriores. ¿Por qué este ayuntamiento en el que tantos sevillanos tenemos depositadas tantas esperanzas está siguiendo, sin más, lo proyectado por los anteriores despilfarradores, sin corregirlo en nada, y la Máquina de Estrechar Calles está que echa humo? Si quieren ver un caso práctico, vayan a San Bernardo. Todo se ha hecho contra el coche. Tú vienes en tu coche por La Borbolla, giras a la derecha en la Glorieta de la Condesa de Barcelona para coger hacia Ramón y Cajal y al llegar a Viapol, donde está el lío de esta estación de autobuses del intercambiador, te encuentras una señal de dirección prohibida como una castora, y no puedes seguir por Ramón y Cajal. Te desvían a la derecha, hacia Doctor Pedro de Castro, la calle del Hotel Meliá, y tienes que dar un rodeo absurdo para volver a Ramón y Cajal desde Ramón Carande, vengan giros y giros y atascos en los semáforos. Si los anteriores decidieron cortar Ramón y Cajal a los coches, ¿por qué lo mantienen los actuales? ¿Cómo este ayuntamiento está culminando tantas absurdas herencias recibidas, y, como en San Bernardo, sigue gastando el dinero y estrechando las calles según el plan de los que echamos con las urnas? Vayan a la calle Avión Cuatro Vientos, donde aprovechando el intercambiador han puesto las aceras más anchas del mundo, que sólo sirven para poner veladores, venga veladores, ¿será por veladores? ¿Y quién vela porque los veladores no acaben con Sevilla, como están acabando?

 

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