HAy algo más lamentable aun que la chavalería disfrazada de monstruosas almas en pena en la celebración a la americana del Jálogüin: las tiendas de los chinos vendiendo en plan barato escobas de brujas y caretas de horror y espanto para la extemporánea carnavalada ajena a nuestra cultura, que siguen contradictoriamente los que luego largan contra los americanos y la base de Rota.
Será que el que no se consuela es porque no quiere, pero advierto síntomas de recuperación de nuestros modos tradicionales de celebrar Tosantos y Difuntos. En Bormujos, el Coro de Campanilleros de Santo Domingo, al despuntar el alba del 1 de noviembre, a las 8, saldrá desde la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación para recorrer las calles del pueblo hasta el cementerio. En su recorrido, ese coro digno de todo aplauso por el rescate de una tradición andaluza perdida, entonará las Coplas de Ánimas y Difuntos que antaño cantaban los campanilleros «en los pueblos de mi Andalucía», como decía La Niña de La Puebla, demostrando que no todo es moda anglosajona y protestantona importada de los Estados Unidos. ¿Quieren Jálogüin? Pues en Bormujos lo tienen, y a la andaluza: con coplas de ánimas de los campanilleros a la puerta del cementerio. ¿Quieren más repeluco de tocar madera en el culto a los difuntos? El coro de Bormujos insiste que los campanilleros no sólo tienen que ver con la Navidad, que se cantaban en nuestra tierra en otros ciclos lutúrgicos, como Difuntos. O como Semana Santa: ¿de dónde, si no, iba a sacar López Farfán la melodía de su «Pasan los campanilleros», sino de la tonada de la Plaza y de la Hermandad de Santiago de Castilleja de la Cuesta, otro benemérito Conservatorio Andaluz de la Campanilla?
Y esta Operación Rescate de Bormujos me hace pensar en las olvidadas Hermandades de Ánimas de Sevilla. Pienso en la Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas Benditas del Purgatorio de la parroquia del Señor San Pedro, que no se ha fusionado con cofradía alguna y que mantiene en la fachada de la iglesia su barroco retablo de las almas en pena, tan nuestro, con sus llamas y sus lamentos, ¡toma Jálogüin! Y pienso en la muy desconocida Hermandad de las Benditas Ánimas del Purgatorio del Señor San Onofre, establecida en su capilla propia de la Plaza Nueva, sí, la que está junto a la Telefónica, el único resto que se salvó en 1848 del derribo del Convento Casa Grande de San Francisco. La otra noche, en el muy agradable convite de la boda de Pepe Maza Moreno con Sol de la Serna Gastón, había en Pineda dos alcaldes: el de Sevilla, Zoido, y el Alcalde Antiguo de la Hermandad de San Onofre, Carlos Serra. Así se llama en San Onofre el hermano mayor: alcalde antiguo. Con lo que tenemos que son cuatro los alcaldes que hay en Sevilla: el del Ayuntamiento, el de la Hermandad de los Negritos, el Alcalde de Caballos de la plazalostoros y el Alcalde Antiguo de San Onofre. Hermandad fundada ayer por la mañana, vamos, en 1520, con numerus clausus: no haber más de 40 hermanos y sólo pueden pedir vela los descendientes de los fallecidos, pues el privilegio se hereda de familia. Y esta Hermandad de San Onofre que hasta tiene leyenda de fraile fantasma en torno a los muertos, que eso sí que es un Jálogüin a la sevillana, ha establecido desde 2005 la Adoración Eucarística Perpetua, en la que 600 voluntarios se turnan para rendir culto a Su Divina Majestad. San Onofre está abierto noche y día, 24 horas sobre 24, los 365 días del año. Como esas farmacias de guardia permanente que hay ahora, pero a lo divino. (Ah, y si les falta Jálogüin con tós sus muertos y sus ánimas benditas, pues vayan a La Caridad y tiemblen ante las Postrimerías de Valdés Leal.)