ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Manuel Alejandro

HÁBLAME del mar, marinero, dime si es verdad lo que dicen de él. Lo mejor de tu vida me lo he llevado yo, lo mejor de tu vida lo he disfrutado yo. Viva el pasodoble que hace alegre la tragedia, viva lo español. Que no se rompa la noche, por favor, que no se rompa. Se nos rompió el amor, de tanto usarlo. Si amanece y ves que estoy dormida, cállate, cállate y cállate. Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así, porque nadie me ha tratado con amor. Procuro olvidarte siguiendo la ruta de un pájaro herido, procuro alejarme de aquellos lugares donde nos quisimos. Algo se me fue contigo, madre, algo se me fue prendido, madre, en las alas de tu alma o en tu último suspiro. Ese hombre que tú ves ahí que parece tan galante, tan atento y arrogante, lo conozco como a mí. Voy a perder la cabeza por tu amor si te quiero y quiero de esta forma loca que te estoy queriendo, yo no soy la roca que golpea la ola, soy de carne y hueso y quizás mañana oigas de mi boca, «vaya usted con Dios». Voy a perder la cabeza por tu amor, porque tu eres agua, porque yo soy fuego y no nos comprendemos. Como yo te amo como yo te amo, convéncete, nadie te amará: como yo te amo, como yo te amo, olvídate, nadie te amará, nadie porque yo te amo con la fuerza de los mares, yo te amo con el ímpetu del viento, yo te amo en la distancia y el tiempo, yo te amo con mi alma y con mi sangre, yo te amo como el niño a su mañana, yo. Cuando supe toda la verdad, señora, ya era tarde para echar atrás, señora, yo era parte de su vida y él mi sombra. Yo soy aquel que cada noche te persigue, yo soy aquel que por quererte ya no vive, el que te espera, el que te sueña, el que quisiera ser dueño de tu amor, yo soy aquel...
Pues el señor que ha escrito todas estas canciones cuya música usted ha ido tarareando mientras las leía (¿a qué sí?), así como otras quinientas, a cuál más popular y hermosa, es aquel a quien España ha condenado al silencio y al olvido, la moneda de oro con la que paga a sus grandes artistas, y ha tenido que ser en Las Vegas, con lo lejos que Las Vegas está de su Jerez, donde le han reconocido los méritos de toda una vida entregada a la creación, entregándole el Grammy Latino. Hablo de Manuel Alejandro. De Manuel Alejandro Alvarez-Beigbeder, el mayor, más extenso y más popular compositor de canciones que tenemos vivo en esta España tan mísera en el reconocimiento de las autorías de las músicas y letras que llegan al corazón del pueblo y se quedan en la memoria de la banda sonora de un tiempo. La gente sabía que «Tatuaje» era de Quintero, León y Quiroga porque las radios de cretona repetían el nombre de sus autores cada vez que ponían la placa de La Piquer. Manuel Alejandro, en nuestros días, es Quintero, León y Quiroga en una sola pieza. Pero como cuando suenan sus canciones en la radio o en la tele no dicen su autoría, nadie lo conoce. Tiene la inspiración popular de las letras de Rafael de León; el entronque flamenco de las músicas de Manuel López Quiroga; el saber del mundo del espectáculo de su paisano Antonio Quintero. En el tiempo sucedió a esa triada capitolina de la canción española como la gran factoría de canciones de éxito para los artistas de moda. Desde que en 1965 compuso «Yo soy aquel» para Raphael, no ha parado de hacer éxitos inolvidables para Rocío Jurado, para Julio Iglesias, para El Puma, para Plácido Domingo, para Isabel Pantoja, para Luis Miguel. Como todos los grandes, no se da la menor importancia. Vive feliz apartado del mundanal ruido, con la copita de sus dos tíos jerezanos, Tío Pepe y Tío Mateo. Y ahora, con su Grammy de Las Vegas. Manuel Alejandro. Magno.

 

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