ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Túneles con curva

El otro día hubo un choque de coches, con heridos, en el túnel de la calle Arjona. No me extraña. Lo raro es que no haya más pellejazos en ese paso subterráneo donde los coches entran ligeritos cuando vienen desde Torneo y se encuentran un tramo sin semáforos ni peatones...pero con una curva interior peligrosísima. Esto debe de ser cosa de la Sevillana Ingeniería, un tributo al barroco local, que no se hace un paso subterráneo sin su curva y contracurva correspondiente. El paso de la Virgen del Subterráneo tiene menos curvas que los pasos subterráneos. Cada paso subterráneo tiene su curva de reglamento. Si su chiquillo de usted está en la playa jugando con la arena y le hace un pasadizo subterráneo al castillo que levantó, cava el chaval un túnel recto. Porque no es ingeniero de Caminos en Sevilla. En tal caso, cumpliría con el barroquismo técnico-constructivo sevillano de la curva y contracurva.
Que tiene, como todo en Sevilla, hasta sus precedentes históricos. Antes de que los actuales ingenieros inventaran los pasos subterráneos con curva obligatoria, ya hubo uno que hizo algo más difícil: un puente con curva. Fue el ya derribado Puente de la Enramadilla, que salvaba la vía del ferrocarril de Cádiz desde la avenida de Carlos V hasta la de Ramón y Cajal, junto a Las Carolinas. De este buen hombre e ingeniero sevillano (de cuyo nombre hago gracia en honor de sus hijos y nietos, que son mis amigos), se cuenta que empezó a construir el puente elevado sobre el ferrocarril en La Enramadilla desde un lado y desde el otro... Hasta que ambos tableros se encontraron en la parte más alta y, ¡oh sorpresa!, vio que no coincidían, que uno miraba a Capitanía y el otro a San Bernardo. Como aquel personaje de Jesús de las Cuevas:
-- ¡Que me he esnortáo, don Jesús, que me he esnortáo!
Por el precio de un puente se iban a encontrar con dos: el uno hacia El Prado y el otro hacia El Porvenir. ¿Cómo solucionó el problema este genial ingeniero que se desnortó haciendo el Puente de la Enramadilla? Muy fácil: uniendo ambos tramos del tablero mediante una curva. Una curva preciosa, de tiralíneas. Curva barroca y sevillanísima que mantuvo el puente hasta que lo demolieron en los ensanches previos a la Expo del 92.
Esa tradición ingenieril de la curva se mantiene, por lo visto. Lo fácil para construir un túnel es hacer un hoyo en línea recta, ¿no?, cavando desde un lado y desde otro. Eso es en cualquier lugar. Menos en Sevilla. Aquí siempre surge un imprevisto cuando están cavando y excavando y escarbando los túneles subterráneos: que si una tubería de Emasesa que no estaba en los planos; que si unos cables gordos de Sevillana; que si el gas y el teléfono... Y como en el chiste del pianista lepero, en vez de desviar esos cables y tuberías, los leperos ingenieros sevillanos desvían el túnel, que les sale precioso, con una curva que ni diseñada por Vittorio y Luchino, elegantísima. Con curva les salió el viejo túnel de Arjona, que te la pegas como no vayas listo, cual los coches del reciente accidente, y con curva les han salido los novísimos pasos subtarréneos. El túnel de Bueno Monreal tiene su curva barroca de reglamento, preciosa; vamos, que mejor no le sale en un cartel a mi antiguo condiscípulo Antonio Dubé de Luque. Y el último en ser inaugurado, el de Los Arcos, tiene otra curva lindísima, amapola, de las de pegarte el pellejazo con el coche como entres más ligerito de la cuenta. Por influencia cofradiera quizá, todos los pasos subterráneos son en Sevilla pasos de misterio. Del misterio de saber por qué puñetas los hicieron todos con curva.

 

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